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La diferencia entre soñar y dar por hecho

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Sergio García y Angela Akins, tras ganar el Masters.
Sergio García y Angela Akins, tras ganar el Masters.

Sólo han pasado unas horas desde el triunfo de Sergio García en Augusta y ya me he descubierto un montón de veces, pero un montón, cavilando seriamente acerca de si será más sencillo para el de Borriol ganar este mismo año el US Open en Erin Hills o el Open en Royal Birkdale. Sin descartar la primera opción, me decantaba por la segunda. Y puestos a darle al tarro tampoco estaba nada mal la foto de Sergio con la chaqueta verde, el precioso trofeo del US Open en una mano y la Jarra de Clarete en la otra.

Aún hay más. En numerosos y variados momentos de la semana pasada, antes y después de comenzar el Masters, me descubrí barruntando que Jon Rahm estaría luchando por la chaqueta verde hasta el final.

¿Tan absurdo es considerar la posibilidad de que Sergio gane algún que otro ‘major’ más este mismo año? Visto lo visto, no lo parece: Sergio ha aprendido a anudarse al cuello la capa de superhéroe.

¿Tan lejos anduvo Rahm de luchar por el Masters con todas las de la ley hasta el último momento? Lo que hizo el joven vasco en su estreno fue gigantesco, mayúsculo, y si lo analizamos bien, fue cuestión de detalles que no se metiera más en la pelea. Exactamente igual que ocurrió el año pasado con Rafa Cabrera Bello. Ay, los detalles: tres o cuatro mal resueltos te llevan del quinto al cuadragésimo puesto en un santiamén. El perfil de Jon es la mejor noticia que le ha llovido al deporte español en mucho tiempo: agresividad, ambición y talento marinados en un ferviente deseo de aprender y, no dejo de insistir, en la humildad.

Dicho todo lo cual, conviene repasar algunos escalofriantes y recientes datos. Para ponerse en situación, más que nada.

1. Rory McIlroy, el jugador con más Grandes en su palmarés de la última década (4), no ha ganado  ninguno desde 2014. Y lo que es más indicativo: Desde que ganó el PGA de 2014 se han disputado ya nueve ‘majors’ y no ha estado realmente para ganar ninguno de ellos en los últimos hoyos del domingo. Ojo, estamos hablando de Rory McIlroy, un jugador que en ocasiones parece de otra galaxia y al que todos atribuimos, en efecto, unas condiciones casi sobrenaturales.

2. Dustin Johnson, el mejor jugador del momento sin lugar a dudas, tiene los mismos grandes que Sergio.

3. Jason Day, que iba a comerse el mundo, tiene los mismos grandes que Sergio.

4. Rory McIlroy se reventó un tobillo jugando al fútbol en el verano de 2015 y se perdió el Open de aquel año. Dustin Johnson se cae por unas escaleras y se queda fuera del Masters. Jason Day ha sufrido varios problemas físicos de extraña índole y complicado tratamiento y, además, la grave enfermedad de su madre lo ha tenido también fuera de juego…

Quiere todo ello decir que querer no siempre es poder. Que se lo digan a Tiger. Si ya es difícil controlar a todo el ‘field’ en un Grande y en cualquier torneo de golf (¿qué hacer si viene Matsuyama mismamente y te enchufa cinco birdies seguidos?), se antoja imposible controlar los retorcidísimos avatares de la vida: la enfermedad de un ser querido, un parto, una gripe, los peldaños encerados de una traicionera escalera, un dolor de muelas, un padrastro mal curado, un mal de amores, una gamba en mal estado… Puede que incluso te toque el euromillones y decidas que eso de ir a entrenar todos los días se ha acabado.

5. Hasta donde sabemos, el tobillo reventado de Rory McIlroy en el verano de 2015 nada tiene que ver con que no pasara el corte en el US Open y el PGA de 2016. Ni las escaleras se cruzaron en el camino de Dustin Johnson en Royal Troon (British 2016), donde acabó noveno, o en Baltusrol (PGA 2016), donde no pasó el corte (venía de ganar el US Open y el WGC Bridgestone). Por último, quien sí se cruzó en el camino de Jason Day en el PGA de 2016 fue Jimmy Walker, un señor que apenas rozó unas semanas el top-ten mundial en 2015 y que, mire usted por donde, tiene los mismos grandes que Sergio, Johnson y Day. Quiere esto decir que el golf es realmente puñetero.

Esclarecer la diferencia entre soñar y dar las cosas por hechas es lo que distingue al inofensivo soñador, que se recrea en sus fantasías en la intimidad del salón de su casa, del perfecto imbécil, aquel que se escandalizará si Sergio no pasa el corte en Erin Hills. Aquel que no entendía, enfurruñado, que Rahm se hubiera descolgado del top-5 en Augusta.

(Según mis ambiciosos y oníricos cálculos, la selección española debía encadenar eurocopas y mundiales desde 2008 hasta 2020. Campeona en cuatro eurocopas y tres mundiales, para ser más preciso. No pudo ser. Seguiremos intentándolo).