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Quien siempre quiso ser

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Faltan 682 días

Sergio García muestra, digamos que de un modo mucho más reconocible de diez meses a esta parte, un estilo cincelado a través de los avatares de su propia vida. Una forma de estar, de ser. Y de competir.

Un estilo que engancha porque transmite buenas vibraciones y que aún dará mil vueltas, con sus luces y sus sombras, con sus picos de frustración, euforia y sereno desarrollo. ¿Quién no los tiene?

Pero Sergio se parece hoy mucho más a quien siempre quiso ser: un tipo que quiere ganar siempre, faltaría más, que te lo va a poner difícil, pero que no se dejaría arrancar una muela en el intento. Uno al que le encantaría ganar el Balón de Oro (Iniesta), pero que no pasaría por encima de nadie por conseguirlo (Cristiano). Alguien que llama a la puerta del castillo, no lo toma al asalto con el cuchillo entre los dientes.

Sergio aterrizó muy pronto en el profesionalismo cuando el fenómeno Woods ya se había instalado como Norte, Sur, Este y Oeste del golf. Que el californiano de instrucción militar y objetivos de otra galaxia fuera a la fuerza el omnipresente modelo a seguir (casi lo exigían los aficionados, medios, patrocinadores…), le hizo más daño que el hecho mismo de tener que enfrentarse a un súper campeón que todo lo devoraba, que era mejor que nadie.