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Rafa Nadal: historias de Pula

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Rafael Nadal.
Rafael Nadal.

No haría ninguna falta que al flamante ganador del US Open le gustase tanto el golf para rendirnos igualmente ante su poder inspirador, ante la talla y profundidad de un legado deportivo que no cesa, pero esta bendita casualidad aún nos hace sentirnos más ligados. De un modo infantil y oportunista, si se quiere, no lo vamos a negar.

Rafa Nadal se va a tomar ahora unos días de descanso competitivo en Manacor después de ganar en Nueva York. «A ver si todavía cogemos el buen tiempo en casa», le decía a Alex Corretja en la entrevista posterior a la final en el estudio de Eurosport. Pero conviene acotar a que se refiere uno cuando se trata de Nadal y del descanso competitivo…

Seguro que no dejará la raqueta colgada demasiados días, y mucho menos las sesiones de mantenimiento en el gimnasio; seguro que si sale a pescar encontrará la manera de competir pescando; o pondrá los cinco sentidos en cualquier partida de parchís; y seguro, por supuesto, que se le verá por Pula Golf jugando al golf, y también en otros campos mallorquines. Y cuando Rafa juega al golf es que juega de verdad. O lo que es lo mismo: compite. Si no es en un torneo será con el que tiene al lado.

Allí, en Pula, es un habitual entre gira y gira. Puede ir a jugar hasta cuatro veces en una sola semana. También, incluso, cuando anda metido ya en sesiones de entrenamiento a todo trapo. En ocasiones, hasta trata de burlar al jet lag bajándose del avión y yendo directamente al campo, para caer después rendido en la cama.

Allí, en Pula, sucedió este mismo año, en junio,  una pequeña historieta que Nadal ya habrá olvidado y que, sin embargo, no deja de ser reveladora. Venía de ganar Roland Garros dos semanas antes y andaba preparando Wimbledon, trabajando muy duro, lo que no le impidió ir a Pula a jugar un torneo de golf después de una sesión de entrenamiento. Llegó con el tiempo justo y salió a jugar con un carrito de mano. Cuando ya llevaba doce hoyos el propietario de Pula y gran amigo suyo, Romeo Sala, se encontró con el tenista en el campo y le regañó: a ver Rafa, con toda la paliza de entrenamientos que te estás metiendo, ¿cómo sales a jugar sin buggy?, vino a decirle. Rafa simplemente contestó que no quedaban disponibles cuando él había llegado, a lo que Romeo respondió con toda la lógica del mundo que podía haberlo llamado y santas pascuas…

La cuestión es que por muy Rafa Nadal que fuera, por muchos quince Grand Slam que ya tuviera (afortunadamente ya son dieciséis), por muy cansado que estuviera y por muy importante que fuera su preparación para el siguiente Grande, a él no se le ocurrió mirarse al ombligo y molestar a nadie sólo para pedir un buggy, ni siquiera aprovechando la confianza que le daba su amistad con el dueño, que le hubiera puesto un buggy, dos, o un helicóptero si hiciera falta… Romeo, al menos, lo subió en el suyo y lo llevó los últimos cinco o seis hoyos.

Lo interesante del asunto, si ustedes me permiten, es que Nadal encontraría improcedente referirse al hecho si un periodista, por ejemplo, le preguntara por semejante anécdota. Sencillamente porque él encuentra normal comportarse con normalidad.

En Pula se han dado con Nadal otros sucesos mucho más divertidos, aunque no dejen de ser tampoco reveladores. Por ejemplo, aquel torneo en invierno, hace unos años, con salida a tiro en el que Rafa, saliendo por el hoyo 8, par 3, puso tanto interés en mirar, remirar y valorar la posición de su bola en el green, la caída hacia el hoyo, que perdió la noción del espacio y se cayó de culo al lago… ¿Hace falta señalar que, por supuesto, acabó los 17 hoyos restantes y que lo hizo sin siquiera irse a cambiar de ropa?

Sí, es muy probable que esta misma semana pueda usted cruzarse con Nadal en Pula compitiendo a cara de perro. Como aquella otra vez, en la que iban jugando cuatro en el partido (Rafa, su tío Toni, su tío Miguel Ángel y Romeo Sala) y llegando casi a oscuras al 18, otro par 3, tan sólo él y Miguel Ángel Nadal tenían ya opciones de ganar los veinte euros de bote que habían apostado (cinco cada uno)…

Ambos pegaron desde el tee al bunker de la izquierda. Apenas se veía ya nada cuando llegaron a la trampa de arena y Rafa ejecutó primero la sacada, con tan mala fortuna de pegar la bola de su tío, no la suya… Con la consiguiente penalidad, había perdido irremisiblemente el partido. No serían más de las seis y media de la tarde cuando abandonaban el campo y el tenista los dejaba en el bar mientras aguantaba estoico el cachondeito, pues tenía que marcharse al gimnasio. Pero a eso de las once de la noche Romeo recibía una llamada postrera. Era Rafa, que no terminaba de ver claro que se hubiese tomado aquella decisión en el 18 en una partida entre amigos, cuando realmente no se veía ya nada por falta de luz…

2 COMENTARIOS

  1. No me parece ni infantil ni oportunosta. Los que admiramos a Rafa Nadal nos merecemos articulos como este que ayiudan a entender más las razones por las que le admiramos. Aparte de los super logros en tenis. La pena es que no puedo ir a Pula. Abrazos

  2. Rafa lo refleja muy bien, nadie en esencia es mas que nadie. Ningún ser humano es superior o inferior a otro, por muchas atrocidades o genialidades que haya hecho. El que no se de cuenta en vida lo sabrá cuando se acabe su vida.

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