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Rahm y la educación de tus hijos

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Jon Rahm en el Waste Management Phoenix Open 2018. © Golffile | Eoin Clarke
Jon Rahm en el Waste Management Phoenix Open 2018. © Golffile | Eoin Clarke

La lucha de Jon Rahm por mantener a raya el temperamento, por eliminar las explosiones de mal genio, no acabará nunca, es para siempre. Sabe que semejantes estallidos no le hacen ningún bien, en ningún sentido.

Su juego y su vida, por un lado, se nutren del fuego interno, permanente volcán en actividad, y buena prueba de ello es la talla XXL de sus objetivos y de sus sueños, pero también se ha dado cuenta hace mucho tiempo de que, además de alimentar la hoguera, es necesario tenerla bajo control, acotar los montones de rastrojo que se van a quemar. No siempre lo consigue, claro, y algunas de sus reacciones son caramelos para las cámaras de televisión y no son platos de buen gusto para el aficionado que lo sigue a pie de campo.

Rahm le pone al mal tiempo buena cara…

No obstante, siempre me ha parecido inquietante el proceder de esos padres y esas madres que todo lo llevan al mismo terreno, el de la educación de sus hijos, como si fueran incapaces de explicarles la imperfección invencible del mundo y de la vida. Como si sus hijos fueran lelos, necios que no pueden entender que su ídolo no es un modelo permanente y pleno.

En el caso que nos ocupa, el de Jon, es muy sencillo además rascar en su personalidad, en su quehacer habitual, y concluir que se trata de un tipo que de verdad merece la pena, sobre todo porque no pone paños calientes cuando no toca (VER VÍDEO). Y porque torea la vida de frente, se siente un privilegiado cada día de su existencia y asume los revolcones.

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2 COMENTARIOS

  1. David,
    Hace varios días seguí el partido de mi hijo de 10 años en un campeonato en nuestro club. Hizo un birdie y varios pares y en ninguno mostró una alegría especial. Sin embargo se enfadó mucho con los golpes fallados, pegando por ejemplo una patada a un rastrillo de bunker. Sé que moldear el carácter de mi hijo para hacerle más feliz con sus éxitos y menos dramático con sus fracasos es cosa mía, pero en esta tarea (que si tienes hijos sabrás que no es nada fácil) también influye la imagen de sus ídolos. Por mucha capacidad de persuasión que yo tenga, me resultará más difícil explicar a mi hijo que algunas cosas no le resultan beneficiosas ni a él ni a quienes le rodean, si ve que sus ídolos hacen esas cosas y llegan a ser grandes estrellas mundiales. No me considero especialmente puritano -ni necio- por pensar que el comportamiento que tienen los profesionales del golf, como cualquier otro personaje público digno de admiración y seguimiento, influye en los niños que les observan. Por eso nos gusta ver a Mickelson, la permanente sonrisa de Kuchar, el carácter de Jason Day, la competitividad del propio Rahm, etc.
    Un abrazo y enhorabuena por vuestro enorme trabajo.

    • Totalmente de acuerdo con Gonzalo. Evidentemente no se puede pretender que los profesionales sean robots, seres totalmente inmaculados… hasta al aparentemente impasible Jason Dufner se le vio una vez tirar un palo al agua, y es probable que no haya ninguno libre de ese pecado en el circuito. Sin embargo una cosa es el gesto puntual y anecdotico y otra la reiteracion del mismo. Igualmente que es imposible no enfadarse, SI es posible no exteriorizarlo de forma airada y sobre todo frecuente: no aporta nada positivo al jugador, ni a los espectadores ni por encima de todo, al golf.

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