Inicio Blogs David Durán Y tenía que ser a su manera

Y tenía que ser a su manera

Compartir
Sergio Garcia en el hoyo 16 durante la jornada final en Valderrama. © Golffile | Eoin Clarke
Sergio Garcia en el hoyo 16 durante la jornada final en Valderrama. © Golffile | Eoin Clarke

De tanto en tanto, de un modo recurrente, Sergio regresaba a su grip tradicional de putt, al agarre que había forjado como amateur, a lo de toda la vida, vaya. De una manera aparentemente contradictoria bastaba que le fueran las cosas bien, o muy bien, para que regresara a la casilla de salida: esto está muy bien, pero ahora lo voy a hacer como a mí me gusta, como mejor me siento, a mi manera.

Nunca ha dejado de pensar que la pinza era tan solo un parche, un recurso pasajero, aunque los hechos, los resultados y el tiempo se empeñaran en llevarle la contraria. En algunos torneos, en muchos, se le veía durante las vueltas de práctica pateando con el grip tradicional y sin embargo a partir del jueves retomaba la pinza, lo que no dejaba de ser sorprendente a ojos de un terrícola. Pero así se mueve el mundo de las sensaciones y Sergio es en este sentido un pozo sin fondo.

Cuando ganó el Masters utilizando la pinza en los greenes fuimos muchos los que pensamos que ya no habría vuelta atrás. Error. La cabra tira al monte y a Sergio le tira su grip tradicional por una sencilla cuestión: siente que con ese agarre el contacto con la bola es más limpio un mayor número de veces.

En su día entendió que necesitaba neutralizar la acción de su mano izquierda cuando pateaba en momentos de presión y eso es precisamente lo que se consigue, lo que él consigue, con el grip de pinza. Puntualicemos: la neutralización de la acción de la mano izquierda le ayudaba, sobre todo, a embocar más putts cortos, porque lo cierto es que con los putts medios y largos nunca ha estado muy satisfecho de cómo le rodaba la bola, de cómo salía tocada del putter con el grip de pinza. Sensaciones, sensaciones.

En Valderrama ha ganado con el grip tradicional y por eso el triunfo tiene un valor doble para Sergio, que se ha quitado una losa de encima pateando así en momentos de presión con su grip de toda la vida. La prueba es la única que es irrefutable: para ganar un torneo de golf hay que patear muy bien. Él lo ha hecho. Y a su manera… Lo que no significa que no vuelva a utilizar este recurso cuando entienda que le haga falta. Nadie como los García (Sergio y su padre, Víctor), para navegar por el mar de las sensaciones. De sus sensaciones. Muy mal no le ha ido al hijo, ahí está su excelso palmarés; y muy mal no le ha ido al padre, que sigue siendo su entrenador, el refugio primero y final para meter en vereda la parte del juego que ande despistada.