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Tardes de aeropuerto

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Regreso desde Tenerife del III ProAm Memorial María García-Estrada…En el vuelo a Málaga desde el aeropuerto de Tenerife Norte se junta un nutrido y variopinto grupo de jugadores y jugadoras.

Manolo Piñero, José María Cañizares, Ana Belén Sánchez, Laura Cabanillas y Azahara Muñoz. Distintas generaciones. La experiencia manda. Yo, entre medias, sin hacer mucho ruido. Después de facturar, comida en un restaurante mientras esperamos el embarque.

Piñero tira de manual y de recuerdos. Rememora sus inicios como caddie en el Club de Campo madrileño. Tenía 11 años y Cañi era ya un mocetón de 16… Sus mujeres, presentes, hacen apuntes aquí y allá: aquellas largas esperas en casa de sus suegros, cuando sus parejas ya eran profesionales, aguardando una llamada del extranjero que a veces no llegaba, o aquellas interminables sesiones de entrenamiento, mañana y tarde, en las que eran ellas quienes recogían los cientos y cientos de bolas que sus maridos pegaban…

La lección es, desde luego, instructiva. De un modo natural, nada forzado ni engolado, se trata de hacer ver y valorar a los más jóvenes las ventajas que tienen. Porque aquella maravillosa generación de jugadores que se forjaron como caddies no podían hacer ni un swing de prueba en el club si no querían verse de patitas en la calle… Porque el material era tremendo y sus primeros palos eran, a lo mejor, una pequeña cañería de plomo… Porque Antonio Garrido, por ejemplo y según contaba también Piñero, tuvo que irse en vespa un año a jugar Galicia…

Antes o después, por supuesto, tenía que salir el nombre de Seve. Y otra lección más. Todos sabían que el cántabro era el mejor, pero ellos salían al campo con el convencimiento íntimo de que jugando al máximo nivel podrían tener una oportunidad. En definitiva: uno no podía rendirse antes de empezar a jugar.

Ellas preguntan. Piñero y Cañi responden. Se suceden las anécdotas, los recuerdos de otros tiempos en los que el golf y la vida eran de otra manera.

Sin darnos cuenta casi hay que irse a embarcar. Es el cumpleaños de Feli, la mujer de José María Cañizares, y nos invitan a comer. Hasta cantamos el ‘cumpleaños feliz’. La tarde ya es redonda.