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Putter, hoy te castigo yo a ti…

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ImagePor David Durán, Redactor del Diario MARCA

La bola cruzó el lago y cerrando suavemente botó poderosa y serena justo delante del green. Sabía que había sido un buen golpe, que la pendiente del terreno de izquierda a derecha recogería su Titleist y la acercaría a la bandera…

 

Así había sido planeado el golpe antes de poner en marcha su hierro 5. "Vuelas, pequeña, saludas al agua desde la altura, cierras sin brusquedad, un bote, dos, y a rodar hacia el fondo, bajando por la veredita de la izquierda".

-No está nada mal para cumplir mañana 45 años…

-Ya queda menos, Gonzalo. Dame el putter, que tengo que decirle unas palabritas. -Y se lo dio, claro.

-Mira puttercito, no me rompas el corazón. No me lo rompas más. Llegamos, saludamos, nos ponemos, me obedeces y a la cazuela. Mira que la bola quiere, que se ha portado, mira al grandullón como la está reventando. ¿Y el viejo hierro 2? ¿Y el 3? ¿No ves como descansan altivos y orgullosos en la bolsa, que ni el último híbrido nipón puede con ellos? Nos ponemos, me obedeces y a la cazuela. ¿Qué voy a contar en casa, en el club o a esos chicos de la prensa? ¿que otra vez me has abandonado? Mira puttercito que te he cuidado esta semana, que tengo la espalda rota de tanto mirarte desde lo alto, retorcido y quieto para agarrarte suave pero seguro… ¿No me ves a mi, entero y confiado? Pero si casi te veo sonreir… Mira que ya acabamos… Y cuando el Tigre me ponga la chaqueta, no te preocupes que yo le digo que todo el mérito es tuyo, como siempre. Si ya lo sabe él, cómo no lo va a saber: los demás sólo acompañan, tú y sólo tú marcas la diferencia…

Tan encerrado en si mismo iba que apenas escuchaba a su fiel caddie ("la madre que te parió, la madre que te parió…"), ni al gentío que bramaba ensordecedor (al fin y al cabo lo adoraban: él, tan señor, tan elegante, tan a la sombra del gigante americano, fajándose siempre con honor, incólume, durante 20 años para birlarle aquí y allá pedacitos de gloria). Ascendía veloz la suave pendiente de la calle del 18 y miraba enajenado la cabeza de su putter. Hablándole. Rogándole. Y tan rápido que Gonzalo quedaba atrás… ("la madre que te parió"). Cuando aún calculaba que quedaban sesenta metros para llegar al green levantó la vista y comprobó que apenas si estaba a quince pasos… Y que la bola descansaba hermosisima y radiante exactamente a dos dedos del agujero.

Sonrió y saludó cortesmente. Una, dos y tres veces. Y dijo muy bajito:

-Gonzalo, dame la Madera 3, que a este hoy lo castigamos.

 

Nota explicativa para el sorprendido lector de Ten-Golf que haya conseguido llegar hasta aquí: esta historieta de ficción está escrita en memoria de Jacobo Durán, que me compró mi primer putter de zurdo en Green Paddock (Madrid).