Inicio Blogs Golpe a golpe Superhéroes

Superhéroes

Compartir
Ejemplar de Vértice.
Ejemplar de Vértice.

Parafraseando el inolvidable comienzo de la película Uno de los nuestros, desde que tuve uso de razón quise ser un superhéroe. A finales de los setenta, en plena niñez analógica, los tebeos de superhéroes me ofrecían una ventana a mundos imaginarios poblados por seres capaces de proezas que estaban fuera de mi alcance. A veces solo podía echar vistazos someros a través de esa ventana, porque el dinero no abundaba y los tebeos, en lugar de comprarse, se cambiaban en algunas tiendas que ofrecían esa posibilidad por unas pocas monedas. Por lo tanto, la continuidad se resentía y cada vez que te separabas de algún héroe, al que solías dejar en algún trance complicado y a merced del supervillano de turno en el habitual cliffhanger de las últimas viñetas, no tenías la seguridad de saber qué iba a ser de su vida, ya que era raro que en las visitas siguientes a la tienda te toparas con la continuación. Sentido de la maravilla, aventuras, evasión… todo eso prometían los tebeos que editaba Vértice en nuestro país, primero en blanco y negro y posteriormente a color. Eran muy modestos, sobre todo si se compara con la avalancha de propuestas de ocio digital y la sobresaturación de estímulos a la que se enfrentan los chavales en la actualidad, pero me tenían embelesado. Aun así, me es imposible recordar cuál fue el primero que leí.

Severiano Ballesteros en Royal Birkdale 1976.
Severiano Ballesteros en Royal Birkdale 1976.

Cada vez que te separabas de algún héroe, al que solías dejar en algún trance complicado y a merced del supervillano de turno en el habitual cliffhanger de las últimas viñetas, no tenías la seguridad de saber qué iba a ser de su vida

Tampoco soy capaz de recordar la primera vez que vi golf en televisión. Sospecho que sería una de las escasas veces en que Seve Ballesteros rompía las barreras habituales para hacerse hueco con sus hazañas en alguno de los dos canales de aquel entonces. Desde el primer momento, el golf me maravilló, y su lejanía quizá fuera uno de los principales ganchos. No tenía a nadie cerca que jugara o me pudiera enseñar, y no había deporte más alejado de mi “área de influencia” o de mis supuestos intereses. No tenía problema ninguno en intentar imitar a los jugadores de fútbol, baloncesto o balonmano que veía en la tele —me bastaba con coger un balón y ponerme a jugar en el colegio o con los amigos—, pero aquello del golf era para mí tan marciano como hipnótico. Y sus jugadores, tan lejanos y excepcionales como los superhéroes.

No había deporte más alejado de mi “área de influencia” o de mis supuestos intereses

Con el tiempo descubrí que, tanto en los tebeos como en el deporte, la tradición superaba a la actualidad que llegaba con cuentagotas. Más allá de las escasas reseñas que se colaban en el periódico deportivo que compraba mi padre, más allá de las pocas horas que la televisión pública dedicaba a las retransmisiones golfísticas, había un universo fascinante. Los Nicklaus, Palmer, Snead y Hogan eran los Kirby, Lee, Ditko o Steranko de los tebeos, genios reverenciados que llevaban décadas impartiendo magisterio. El día a día generaba emociones, pero la historia del golf, el sustento de este deporte, era igualmente apasionante.

Ben Hogan.
Ben Hogan.

Mientras los tebeos de superhéroes se volvían “adultos” con el advenimiento de obras capitales como Watchmen, el golf se tecnificaba a causa de la llegada de las maderas metálicas, las bolas multicapa y la aparición de Tiger Woods

En estos dos mundos también hubo un importante cambio de paradigma entre los 80 y los 90. Mientras los tebeos de superhéroes se volvían “adultos” con el advenimiento de obras capitales como Watchmen o El retorno del señor de la noche, con sus infinitos matices y su barniz oscuro, el golf se tecnificaba a causa de la llegada de las maderas metálicas, las bolas multicapa y la aparición de Tiger Woods, un golfista que revolucionó con su preparación y su talento la manera de afrontar una carrera profesional. Como trasfondo, la pérdida de la inocencia en ambos campos y una posterior popularización que tuvo consecuencias beneficiosas y también algún que otro efecto secundario pernicioso. Ojo, correlación no implica causalidad, ni mucho menos, pero el paralelismo no deja de tener su gracia.

Podríamos ir más allá y hablar de los jóvenes valores españoles que intentan hacer las Américas en los dos campos, o de los parecidos entre los principales circuitos mundiales y las editoriales más potentes (DC, Marvel, Image), pero sería forzar la suerte. En cualquier caso, igual que podemos disfrutar de las aventuras de nuestros héroes preferidos durante todo el año, independientemente de los avatares por los que les hagan pasar sus guionistas, el intensísimo calendario de las principales estrellas golfísticas les tiene en danza semana sí, semana también. El PGA Tour ya ha echado a andar en Hawái, y en breve el European Tour hará lo propio y volverá a tierras sudafricanas y malayas. Y los aficionados convertidos en amateurs de a pie merced a la anhelada popularización del golf de las últimas décadas, esos superhéroes de barrio de los que hablaba Kiko Veneno, estaremos pegados a las pantallas para seguir las evoluciones de nuestros referentes deportivos. El listón está alto después de un 2017 mágico, pero los lectores de tebeos sabemos que a la ilusión no se le pone límites.