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Vértigo

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Brooks Koepka. © Golffile | Ken Murray
Brooks Koepka. © Golffile | Ken Murray

Parecía otro signo de un apocalipsis inminente: sacrificios humanos, perros y gatos cohabitando, la histeria de las masas y varios jugadores rozando el doble dígito bajo par a mitad de la segunda jornada de un US Open. Instantes después, como si los protagonistas sufrieran un ataque colectivo de vértigo o hubieran despertado de un sueño plácido para verse sumidos en una extraña pesadilla, los mejores en Erin Hills comenzaban a flaquear y se quedaban ahí, asomados a una marca histórica pero sin poder franquearla. Como aquellos comensales de El ángel exterminador que se topaban con una barrera invisible que les impedía salir del palacete en el que estaban reunidos, más o menos. Rickie Fowler perdía el aura de invulnerabilidad, Koepka seguía firme pero cedía algún golpe y se establecía una especie de tregua a la altura del -7, donde finalizaron dos ingleses, Tommy Fleetwood y Paul Casey, y dos estadounidenses, Brian Harman y Brooks Koepka.

Paul Casey , uno de los líderes de la 2ª ronda en Erin Hills. © Golffile | Ken Murray
Paul Casey , uno de los líderes de la 2ª ronda en Erin Hills. © Golffile | Ken Murray

No busquen sus nombres en la lista de ganadores de majors, por cierto, ya que no los encontrarán. Para encontrar a alguien con experiencia en estas lides hay que descender hasta el decimonoveno lugar donde figuran Sergio García y Martin Kaymer. Y si hablamos de edades, de entre los doce primeros solo Paul Casey (40), Brandt Snedeker (36) y J. B. Holmes (35) superan la treintena. Parafraseando al gran Arrabal, y por mucho que diga Antonio Navalón, el millenialismo va a llegar. Por otro lado, casi sin quererlo, porque a priori esta edición del U. S. Open parecía favorable para la “casta” del golf mundial (calles anchas y generosas, ideales para pegadores, y condiciones benévolas los primeros días tras las lluvias caídas en las jornadas previas), Erin Hills se ha convertido en un campo antisistema. Han caído los tres primeros del mundo (Dustin Johnson, Rory McIlroy y Jason Day), la primera vez que esto sucede en un torneo grande desde que se instauró el ranking global en 1986. Del top ten mundial solo quedan Hideki Matsuyama, Jordan Spieth, Sergio García y Rickie Fowler. Tela.

Dustin Johnson. © Golffile | Eoin Clarke
Dustin Johnson. © Golffile | Eoin Clarke

Parece de perogrullo decir que, pese a las bajas, el fin de semana se plantea apasionante, del mismo modo que no le arriendo la ganancia al realizador de la retransmisión televisiva. Con 18 en tres golpes de distancia y ocho separando al primero del último en la clasificación, los posibles focos de interés se multiplicarán y el atasco en la zona alta de la tabla será más que probable. Eso sí, me atrevo a hacer una predicción: en caso de duda enfocarán a un estadounidense.

Con respecto a los españoles, Sergio García gana enteros día a día y ofrece señales esperanzadoras. El juego sigue afinándose y la calma preside todos sus actos. Se muestra concentrado y comedido ante la prensa, pero de vez en cuando se esboza en sus labios una leve sonrisa del que sabe algo que los demás desconocen. Por su parte, Rafa Cabrera-Bello tuvo que sufrir hasta el final, pero salió bien parado de esta nueva cita con el dentista en Erin Hills. Con 36 hoyos por delante y la clasificación tan apretada, el grancanario puede permitirse soñar. Por último, Jon Rahm acabó más quemado que la moto de un jipi, como decían nuestros padres, o que el dirigible del jueves, si nos ceñimos a la actualidad. Sus reacciones se han convertido una vez más en el centro de atención, aunque tranquiliza escucharle decir en sus análisis posteriores que no es un problema grave y que necesita estos arranques para liberar presión, como también confesó recientemente en una entrevista concedida a Jaime Díaz, pope del periodismo de golf estadounidense.

Jon Rahm el viernes en Erin Hills. (© Golffile | Eoin Clarke
Jon Rahm el viernes en Erin Hills. © Golffile | Eoin Clarke

De cara al fin de semana, todas las miradas están puestas en el cielo. Si el campo sigue endureciéndose y la USGA consigue extremar las condiciones de los greens, cabe esperar que se vaya produciendo un filtro natural y que algunos de los golfistas menos conocidos vayan cediendo poco a poco. Si no, tal vez presenciemos un duelo final a muchas bandas en el que seguro que estarán los dos españoles supervivientes. Independientemente de que en la última jornada queden uno, dos, tres o catorce aspirantes a esta edición del U. S. Open, todos ellos estarán en un lugar llamado vértigo, como cantaban U2.