Todo aquel profesional que se haya enfrentado a un Shinnecock Hills dopado por la USGA en un U. S. Open sabe bien que «el dolor más horroroso, el dolor más inhumano» no es pillarse los cataplines con la tapa del piano, como dice la coplilla jocosa, sino fallar alguna calle en el recorrido neoyorquino o quedarse en mala posición después de un approach infructuoso a sus peliagudos greens. Una vez más, y después del leve respiro que supuso la edición de Erin Hills, el U. S. Open vuelve a ser tan agradable para los sufridos golfistas como una endodoncia sin anestesia. Los más de 76 golpes de media en la primera vuelta (en un par 70, no lo olvidemos) dan fe de ello. Aun así, el U. S. Open sigue siendo un espectáculo hipnótico.
La USGA saca del armario a la Bestia
Este U. S. Open de Shinnecock Hills puede convertirse en el primo de Zumosol de Noche de impacto si seguimos con la tendencia marcada el primer día
Ojo, batallita del abuelo Cebolleta al canto: en los primeros tiempos de la televisión en color, en aquella España de democracia novata y zapping analógico (con paseíto hasta el receptor) restringido a dos canales, uno de los momentos que yo, como niño, esperaba con mayor expectación era la habitual recopilación navideña que se emitía en la sección de deportes del Telediario con un resumen de las imágenes más llamativas y espectaculares del año. Las hazañas imposibles, los goles inverosímiles, y los récords de pasmo se unían a la habitual sarta de tortazos y accidentes más o menos aparatosos, precedente directo de un formato que posteriormente se haría tremendamente popular: los vídeos de trastazos. Cuando llegaron las autonómicas y las privadas, este género se subdividió en dos líneas que cobraron vida propia: por un lado, teníamos Vídeos de primera u Ole tus vídeos, herederos del formato estadounidense America’s Funniest Home Videos, y que servían para sacarle algo de rédito económico a vídeos bochornosos que, en otras circunstancias, habrían quedado protegidos por un inquebrantable pacto de silencio familiar. Por otro lado, y como superevolución de los anteriores, aparecieron programas que tiraban de imágenes más contundentes (de esto sabe mi buen amigo Carlos García-Hirschfeld, conductor en su momento de Impacto TV y Noche de impacto) y de digestión más difícil. Pues bien, este U. S. Open de Shinnecock Hills puede convertirse en el primo de Zumosol de Noche de impacto si seguimos con la tendencia marcada el primer día.
Solo Dustin Johnson, número uno del mundo y colíder del torneo, se ha atrevido a decir que el campo era una prueba dura pero justa (objetivo deontológico que dice perseguir la USGA). Casi todos sus rivales aún se están lamiendo las heridas después de protagonizar un buen número de «vídeos de primera», aunque sin risas enlatadas. Hubo cornadas, pescozones y guantazos con la mano abierta para casi todo el mundo, y la sangría tuvo un carácter descorazonadoramente democrático. Y eso que las lluvias de los días previos ablandaron una pizca el campo, aunque el viento se encargó de mitigar su beneficioso efecto.
El Número 1 saca pecho y a Tiger se le hace bola
Se hace duro ver penar por el campo a los mejores golfistas del mundo, pero hay otros que están dando la talla como supervivientes extremos y siguen plantándole cara a Shinnecock Hills. Aun así, todos andan con las orejas tiesas y saben que, en cuanto se descuiden, pueden convertirse en los protagonistas involuntarios de uno de los vídeos de calamidades más o menos hilarantes que pueblan internet. Por otro lado, su naturaleza extrema define el carácter de esta prueba y la mayoría de los aficionados espera con impaciencia la llegada de cada U. S. Open, la prueba de golf definitiva, como se la suele denominar, para ver justamente eso. Con la misma impaciencia que yo esperaba que el locutor de turno diera paso a la única recopilación anual de imágenes deportivas espectaculares con la que disfrutaba cada año. Ni más, ni menos.