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El bueno, el feo y el malo

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Se acercan las Navidades, esa bonita época de paz, reconciliación y buenos deseos en las que todo escriba que se precie tira de tópicos y recurre a los artículos recopilatorios para resumir el año o anticipar el próximo con una dosis más o menos afortunada de pronósticos. Podría esquivar los clichés e intentar un enfoque más original, pero lo cierto es que este tipo de columnas son una buena manera de dar un repaso rápido a lo que ha ocurrido en el año y destacar a sus protagonistas.

El otro día, curiosamente, descubrí el origen etimológico de la palabra «protagonista» leyendo (feo vicio) un artículo sobre el deporte y la guerra en la Hélade. El agón es un concepto griego que se aplicaba a ámbitos muy distintos y que regía gran parte de su vida, igual que la búsqueda de la areté, o excelencia a través del esfuerzo personal. Agón, literalmente, significa contienda o lucha, y era un reflejo de la competitividad en todos los aspectos de la vida, ya fuera en el deporte, en un litigio o en un debate. Se usaba el recurso del agón en las tragedias clásicas al enfrentar a dos personajes en debates dialécticos (uno de los más célebres, por ejemplo, es la discusión entre Creonte y Antígona en la obra de Sófocles), y la palabra protagonista viene de proto agonístes, es decir, primero en hablar o primero en defender sus argumentos (del mismo modo, antagonista significa rival). Pero alejémonos de la dialéctica y volvamos al deporte, ya que el concepto de agón tiene mucho que ver con el golf: de hecho, Roger Caillois, escritor y sociólogo francés, hizo una clasificación exhaustiva de los juegos en su obra Los juegos y los hombres e incluyó al golf entre los relacionados con el agón, pues es un tipo de juego regido por la confrontación, es competitivo por naturaleza y prima la habilidad del jugador. El golfista no solo se enfrenta a sus rivales, sino, sobre todo, a sí mismo (siempre el antagonista más duro es uno mismo) y a las condiciones circundantes.

Roger Caillois, escritor y sociólogo francés, hizo una clasificación exhaustiva de los juegos en su obra Los juegos y los hombres e incluyó al golf entre los relacionados con el agón

Otro aspecto llamativo del mundo helénico era el carácter de sus divinidades. Mientras que en otros panteones, especialmente en los monoteístas, los dioses son paradigma de virtud, las deidades griegas se muestran tan falibles como sus súbditos humanos y son presas de las mismas pasiones que zarandean las vidas de los mortales. En nuestros tiempos, y al margen de las creencias religiosas de cada cual, nuestros panteones cotidianos los ocupan nuestros héroes deportivos… que por fuerza están sometidos a los mismos vaivenes físicos y morales que el resto de los humanos. Independientemente del talento que exhiban en sus disciplinas y de los éxitos cosechados, son muy pocos los que salen indemnes al estar sometidos al permanente escrutinio público. Como decía mi abuela, no somos billetes de 500 euros y no le podemos gustar a todo el mundo, y por otro lado los consensos siempre son sospechosos. Aun así, de vez en cuando aparecen figuras que suscitan unanimidad, deportistas contra los que nadie se atreve a alzar una voz contraria. Eso sucede con Francesco Molinari, el «bueno» del título de esta columna, que acaba de cerrar una maravillosa temporada en 2018, un año en el que ha ganado torneos en el European Tour (BMW PGA Championship), el PGA Tour (Quicken Loans National), se ha adjudicado su primer major en el Open Championship, se ha coronado campeón de la Race to Dubai y dinamitó las esperanzas estadounidenses en la Ryder al encabezar a sus compañeros con cinco victorias en otros tantos encuentros en esta competición. No me extraña si se marean leyendo deprisa estas cuatro últimas líneas.

Como decía mi abuela, no somos billetes de 500 euros y no le podemos gustar a todo el mundo, y por otro lado los consensos siempre son sospechosos

Pero el turinés ha logrado todo lo anterior exhibiendo unas formas exquisitas y demostrando una tenacidad sin parangón. Muy pocos golfistas han sido capaces de aguantar el tirón de Tiger Woods (y sus circunstancias, que hay que saber sobrellevar al público que arrastra) en una última jornada de un major, y ninguno hasta la fecha había logrado imponerse en un grande y luego, en el mismo año, subir un 5-0 a su marcador parcial en la Ryder. Trabajo, carácter, planificación y perseverancia son sustantivos que encajan con Francesco Molinari y que podrían ser los elementos de la ecuación de su éxito, a los que hay que sumar a su extensísimo equipo de trabajo: Dennis Pugh, Phil Kenyon, Dave Alred, Rob Goldup, Pello Iguarán y Gorka Guillén. Además, gracias a su victoria en la Ryder el mundo descubrió una vertiente desconocida del habitualmente discreto Molinari, su divertidísima retranca que no tuvo empacho en exhibir junto a Tommy Fleetwood, la otra mitad de «Mollywood», esa pareja que ya ha pasado a la historia del equipo europeo de la Ryder Cup. Ni un pero se le puede poner al año del golfista transalpino.

Pero todo anverso tiene su reverso, y supongo que a estas alturas se estarán preguntando a quién voy a adjudicarle el cartel de «malo». En realidad, creo que no hace falta que nadie se lo adjudique, ya que él está encantado de llevarlo con orgullo. Nunca ha tenido miedo a sembrar controversias ni tampoco se ha parado demasiado a pensar en las consecuencias de sus palabras. Desde luego tiene mérito que, en unos pocos años, haya conseguido convertirse en el enemigo número uno del equipo europeo de la Ryder Cup y del equipo estadounidense de esta misma competición. Hablo, evidentemente, de Patrick Reed.

George M. F. Molesworth, un topo con mucha vista

En la lucha libre americana, este espectáculo coreografiado y guionizado que vuelve tan locos a muchos estadounidenses, hay dos figuras arquetípicas: los faces son los protagonistas (volvemos con el agón) «buenos», por así decirlo, mientras que los antagonistas son los heels, es decir, los malos de la película. Estos luchadores provocan al público, infringen las normas y exhiben rasgos poco heroicos durante los combates. Eso sí, dentro del wrestling están contemplados los cambios de actitud, los llamados turn, que llevan a un luchador bueno a convertirse en malo y viceversa. Patrick Reed sabe muy bien de lo que hablo.

En la Ryder Cup, Reed se las ha apañado para pasar de Capitán América a Cráneo Rojo. De contar con un palmarés impecable sustentado en su gran rendimiento en sus dos primeras apariciones en la Ryder Cup a poner a los pies de los caballos en la prensa a Jordan Spieth y a su capitán Jim Furyk en la última edición (y ser criticado entre bastidores por medio equipo). Reed acusó a Spieth de preferir a Justin Thomas como compañero y no querer reeditar la exitosa pareja que habían formado en la Ryder Cup y lo hizo en una entrevista concedida al New York Times, mal sitio para aventar miserias en público. Recientemente, y sin hacer caso de las obvias consecuencias de sus actos, se reafirmaba al decir que seguía viéndose como Capitán América en la Ryder porque en los individuales de este torneo aún figura un 3-0 a su favor, y que aún no había hablado del tema con Spieth, pero que el texano tenía su número.

Los faces son los protagonistas (volvemos con el agón) «buenos», por así decirlo, mientras que los antagonistas son los heels, es decir, los malos de la película

Todo esto el mismo año que Patrick Reed conseguía franquear la barrera histórica del primer major, dado que se impuso con brillantez en el Masters de Augusta… aunque ya en el torneo de abril reconoció haberse sentido espoleado al notar que el público estaba más con Rory McIlroy que con él. Su tensa relación con el público estadounidense, resumida en una frase.

No soy el más indicado para hacer valoraciones estéticas y, por otro lado, todo el mundo tiene su público…

Y en cuanto al «feo» del título de la columna a lo «Sergio Leone»… creo que voy a dejarlo en paso. No soy el más indicado para hacer valoraciones estéticas y, por otro lado, todo el mundo tiene su público… que es otra manera de decir «para todo roto hay un descosido». Por lo tanto, me limitaré a seguir buscando protagonistas (ya saben de dónde viene la palabreja) de este año para las próximas columnas.

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