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Enemigos del silencio

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John McDermott ha realizado algunas de las predicciones fallidas más famosas de la historia del golf.
John McDermott ha realizado algunas de las predicciones fallidas más famosas de la historia del golf.

Les voy a confesar cuál es una de mis kriptonitas, por si algún día deciden que me quieren sacar de quicio: el silencio me desarma y me deja indefenso. Ojo, no me refiero a la mera ausencia de sonido, bienvenida y extraña en la vorágine cotidiana. Hablo del silencio utilizado como arma de desconexión, como recurso deliberado para dejar al interlocutor confundido y cociéndose en su propio jugo, valorando todas las posibilidades sin saber muy bien qué ha de hacer a continuación. Los argumentos se pueden rebatir, escuchar e incluso aceptar —por extraño que les parezca a algunos, no siempre tenemos razón—, pero contra la incertidumbre que genera el silencio no hay nada que hacer.

La portada del disco de Simon&Garfunkel, Sound os Silence.
La portada del disco de Simon&Garfunkel, Sound os Silence.

De la incapacidad para comunicarnos hablaban Simon y Garfunkel en su magistral “The Sound of Silence”, aunque también comprendo a quienes recurren a otras fuentes musicales y tiran de la doctrina “El Último de la Fila” para recordarnos que “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir”. Sospecho que Alan Shipnuck, el célebre periodista estadounidense que despachó el otro día una contundente andanada a la línea de flotación del equipo europeo de la Ryder Cup, no tiene ni repajolera idea de quiénes son Quimi Portet y Manolo García, pero tal vez conozca el proverbio árabe que dio pie a la letra de “Cuando el mar te tenga”. Sea como fuere, podría haberse aplicado el cuento, ya que su divertido texto no deja de ser una acumulación de baladronadas y de imprudencias, salpicada de inexactitudes y, por qué no decirlo, también de algún dato razonable.

En cualquier caso, y aunque la Ryder Cup parezca el territorio ideal para escenificar piques y enardecer ambientes, parece que a Shipnuck se le ha calentado la boca demasiado pronto. Bien haría en acordarse de Gene Wojciechowski, escriba de la ESPN, que en la Ryder de Medinah protagonizó a su pesar una debacle pronosticadora que aún le escocerá. Wojciechowski dijo que el equipo europeo ganaría solo si los extraterrestres secuestraban a Keegan Bradley, Davis Love III sacaba a jugar en los individuales a Michael Jordan, George Bush, Amy Mickelson y el reverendo Jesse Jackson, Lee Westwood se nacionalizaba estadounidense y Marty McFly enseñaba a Olazábal a retroceder en el tiempo. Ya sabemos cómo acabó aquello.

Por su naturaleza, el golf es un deporte que invita a la prudencia y la humildad, aunque cierto es que las columnas son tribunas golosas para dejarnos llevar. Es más, se supone que los columnistas tenemos que ofrecer opiniones y alejarnos de las posturas tibias y equidistantes… pero hay momentos y momentos en los que hacerlo (por no hablar de las maneras). Basta con echar un vistazo a la hemeroteca para ver que, en golf, conviene contemporizar. A lo largo de la historia de este deporte ha habido bastantes golfistas que se han dejado llevar por el entusiasmo y luego han tenido que afrontar instantes “tierra trágame” al ser incapaces de cobrar los cheques que su lengua había extendido (permítanme el topicazo cinematográfico). Y no es cosa de hoy, ni de ayer…

Francis Ouimet y su caddie Eddie Lowery.
Francis Ouimet y su caddie Eddie Lowery.

John McDermott, doble ganador del US Open con menos de 21 años, garantizó que ganaría el Open Championship de 1913 que se jugaba en Hoylake, pero tuvo que conformarse con el quinto puesto a ocho golpes de Ted Ray. El bravucón McDermott no aprendió la lección y meses después, en septiembre, declaró que no dejaría que sus “invitados extranjeros” (los inolvidables Harry Vardon y Ted Ray) se llevaran el trofeo del US Open, pero él quedó relegado a la octava plaza y tuvo que ser el amateur Francis Ouimet quien salvara el honor estadounidense en aquella histórica edición celebrada en Brookline.

Los ejemplos de “por la boca muere el golfista” son innumerables. Alex Smith, campeón del US Open de 1906, dijo de Bobby Jones que jamás llegaría a nada porque tenía demasiado temperamento. En eso Smith acertaba, pero Jones consiguió canalizar su mal genio y acabó convirtiéndose en el mejor golfista amateur de la historia. Si nos acercamos a la actualidad nos encontramos con un par de casos llamativos en los que está implicado Tiger Woods, que reaparecerá en breve. En el World Match Play Championship de 2006 Stephen Ames llegaba al torneo como cabeza de serie 64 y se enfrentaba al número uno, es decir, Tiger, pero se atrevió a decir que en su partido “podía pasar cualquier cosa porque Tiger estaba mandando la bola a todas partes”, refiriéndose a sus salidas erráticas. El resultado: 9&8 para el californiano.

Rory Sabbatini, conocido por su volatilidad y la carencia de folículos pilosos en el apéndice lingual (sí, ya me fustigo yo por la pedantería) se atrevió a decir meses después, en el Wachovia Championship de 2007, que veía a Tiger más batible que nunca, aunque el sudafricano perdió ese torneo y también el Bridgestone Invitational, en el que ambos quedaron emparejados en la última vuelta (y Woods le ganó por ocho golpes).

Sir Nick Faldo, capitán de la Ryder Cup en Valhalla.
Sir Nick Faldo, capitán de la Ryder Cup en Valhalla.

Pero también conviene hacer algo de autocrítica y recordar un célebre caso de inoportunidad que nos toca más de cerca, ya que lo protagonizó un capitán Ryder europeo. Sir Nick Faldo perdió una magnífica ocasión de mantener un “perfil bajo” y de ceñirse a su papel institucional al aparecer en una portada de la revista inglesa Golf World con unos guantes con los colores europeos y diciendo “Los yanquis van a caer”. Por desgracia para los intereses europeos, ya sabemos lo que ocurrió en Valhalla en 2008: la capitanía más calamitosa de los últimos 25 años y una derrota sin paliativos ante el combinado estadounidense.

Así que siguiendo la doctrina que he defendido en esta columna, permítanme que me tome un tiempecito para empezar con las previsiones para la Ryder de Francia. De hecho, el texto ha sido una maniobra burda para eludir mis responsabilidades y escaquearme hasta dentro de unos meses. ¿Cuela?