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El futuro del Ladies European Tour

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Quienes frecuenten estas columnas ya estarán acostumbrados a mis digresiones, al típico “empiezo por aquí, sigo por allí y acabo donde me da la gana” en el que echo mano de una especie de extraño Pisuerguismo seudoilustrado (ya saben, eso de “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid…) que me lleva por extraños vericuetos mientras trato de hilar un discurso más o menos coherente (ustedes deciden si lo logro). Pero hoy toca prescindir de esa fórmula —más allá de este párrafo inicial— para ponerse serios, porque toca hablar de la delicada situación que atraviesa el Ladies European Tour y, en general, el golf profesional femenino en Europa.

Hace algo más de cinco años, la española Alexandra Armas abandonaba su puesto como directora ejecutiva del LET después de realizar una labor más que encomiable a lo largo de ocho años al frente del circuito. Antes de su llegada, en los 25 años previos habían pasado por su puesto catorce personas, con lo que salta a la vista el carácter de “silla caliente” que tenía la jefatura del circuito. Armas impulsó la profesionalización del LET, además de internacionalizarlo y estrechar lazos con promotores, patrocinadores y federaciones, una labor que se vio traducida en el refuerzo de un calendario que llegó a contar con 28 pruebas en 2008 y que alcanzó las 25 en las últimas temporadas de su mandato, a las que se sumaban los 13 torneos del LET Access, el circuito filial de promoción. Pese a todo, algunas de las principales representantes del circuito, en especial un núcleo duro de jugadoras veteranas, se mostraron muy críticas con su labor de administración, haciendo hincapié en la escasez de las bolsas de premios y el alcance y calidad de las coberturas televisivas. Alexandra Armas decidió hacerse a un lado y meses después fue sustituida por Ivan Khodabakhsh, un ejecutivo alemán procedente del mundo del boxeo y del atletismo y con algunas sombras en su currículum por su presunta implicación a finales de 2011 en la venta de medallas en los Juegos Olímpicos de Londres, un cargo del que fue exonerado por la AIBA y el Comité Olímpico Internacional.

In Gee Chun ganadora del Evian 2016. © Golffile | Eoin Clarke
In Gee Chun ganadora del Evian 2016. © Golffile | Eoin Clarke

Evidentemente, los principales objetivos de Khodabakhsh consistían en cubrir las supuestas carencias de su antecesora, reforzando el calendario, buscando puntos de encuentro con promotores y patrocinadores, y ampliando las miras de un circuito que quería expandirse y no convertirse en un mero pie de página en el panorama internacional femenino. Cinco años después, el alemán, que ya ha abandonado las filas del circuito, ha dejado la organización en un estado de extrema vulnerabilidad y las cifras cantan (y asustan): de los 25 torneos de 2012 hemos pasado a 15 en 2017 (sin contar la Solheim Cup), de los cuales solo seis se celebran en Europa. Además, únicamente tres de estas citas europeas están abiertas a todas las jugadoras del circuito (de los cuales dos se celebran en España y están promovidas por Deporte & Business), ya que el British Open y el Evian Championship son majors, y el Lacoste Ladies Open de France es un torneo de plantel limitado a 80 golfistas. Otro ejemplo sangrante: a estas alturas de la temporada en el LET solo se han jugado siete torneos, por los 24 que se han disputado en el LPGA Tour y los 37 del European Tour, si tomamos dos referencias cercanas. Para más inri, solo diez jugadoras del LET han podido disputar esos siete torneos, y únicamente 14 más han jugado seis de ellos. Como apuntaba recientemente Matt Cooper en un artículo para ESPN, la bolsa de premios total del circuito, dejando de lado los torneos grandes, es de siete millones y medio de dólares… Es decir, lo mismo que el European Tour tiene como bolsa en uno de sus torneos de la Rolex Series. La desigualdad es brutal y sangrante.

El equipo de Estados Unidos posa con el trofeo conquistado en Des Moines, 2017. © Tristan Jones
El equipo de Estados Unidos posa con el trofeo conquistado en Des Moines, 2017. © Tristan Jones

Pero más allá de las cifras está el fracaso sin paliativos en ámbitos que Khodabakhsh debía impulsar. Somos muy amables si tachamos de “tibia” su relación con los promotores de los torneos y, aunque sea una pequeña maldad, es significativo que a un ejecutivo de su categoría, cuyo fuerte deberían ser las relaciones públicas, se le apode “Iván el Terrible” en los mentideros internacionales. Por otro lado, sus esfuerzos por centrarse en el mercado asiático tampoco han dado los frutos esperados y, además, han servido para alienar a las jugadoras europeas, que deberían ser la base del circuito por mucha vocación internacional que este tenga. También hay que apuntarle en el “debe” su incapacidad para sacar más partido (comercial e institucional) de la Solheim Cup, una de las joyas de la corona del Ladies European Tour; el fiasco que supuso la muerte del European Masters, un torneo anunciado como “buque insignia” del circuito y desaparecido después de saltar en su última edición de la sede inglesa del LET a Alemania; y su descalabro a la hora de encontrar el enfoque adecuado para “vender” el LET, dando más importancia al envoltorio que al producto en sí.

Luna Sobrón ganadora del Castellum Ladies Open 2017. © Let Access
Luna Sobrón ganadora del Castellum Ladies Open 2017. © Let Access

Por desgracia, la gestión errática de los últimos años la pagan las golfistas, abocadas a afrontar unos gastos desmesurados para intentar aprovechar las escasas oportunidades de juego que se les presentan a lo largo del año y que las obliga a viajar por más de medio mundo, complementando su calendario con las pruebas de los circuitos nacionales (como el Santander Golf Tour promovido por La Nuez, la empresa de Carlos García-Hirschfeld) o del LET Access. De ahí que el LPGA Tour siga siendo el objeto de deseo de la mayoría de las profesionales europeas, pero el cuello de botella que se está generando (estrechado por la lógica competencia de las jugadoras asiáticas que buscan la misma meta) deja escasas alternativas… y sobrevivir en Estados Unidos con las ganancias obtenidas en el Symetra Tour, el circuito filial estadounidense, es una entelequia. Y pese a todas las dificultades, la fuga de talentos sigue siendo imparable (y está completamente justificada).

Meghan Maclaren en el Santander Golf Tour. © Fernando Herranz
Meghan Maclaren en el Santander Golf Tour. © Fernando Herranz

Además, a la delicada situación organizativa se le suman los problemas financieros del circuito, aireados recientemente en un artículo publicado en The Times. Pese a la labor de contención de daños por parte de la junta directiva, la preocupación cunde, como es lógico, entre unas jugadoras expectantes que no saben muy bien qué va a ser de ellas de cara a 2018.

Aun así, hay esperanza para el Ladies European Tour. Aunque no hace muchos meses tanto Keith Pelley, director ejecutivo del European Tour, como Mike Whan, su homólogo en el LPGA Tour, descartaban estrechar lazos comerciales y organizativos con el Ladies European Tour, parece que la coyuntura actual ha llevado a los responsables de estas tres organizaciones a mantener conversaciones para explorar vías de colaboración. Sobre la mesa, la manera de ofrecer más oportunidades de juego (y, obviamente, de ganarse bien la vida) a las golfistas profesionales europeas, un colectivo maltratado y de futuro precario. Queda por ver si estas conversaciones fructifican y qué forma adopta la posible cooperación, pero la posibilidad es esperanzadora. Sin duda, las jugadoras europeas, protagonistas y principal referente para espectadores y patrocinadores, se merecen un circuito fuerte.