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La grandeza de un grande

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Trofeo del PGA Championship
Trofeo del PGA Championship

Mientras una parte importante de la humanidad (española) centra sus esfuerzos en evitar la combustión espontánea o en sobrevivir, un par de sujetos (David Durán y yo) hemos estado unos días repasando clasificaciones y estadísticas para ofrecerles artículos apasionantes (no tenemos abuela, no sé si se han dado cuenta) relacionados de algún modo con el PGA Championship. Mr. Durán nos ha descubierto, por ejemplo, que Adrián Otaegui es el 64.o jugador español que se estrena en un major y nos ha ofrecido una lista cronológica de todos los golfistas de nuestro país que han luchado por adjudicarse uno de los cuatro grandes. Pudiendo haber dedicado mi tiempo a hacer fundas de macramé para los mandos a distancia o a mascar chapas, labores prácticas donde las haya, yo sin embargo centré mis esfuerzos en averiguar si el PGA Championship está a la altura de los otros tres majors en cuanto a la calidad de sus campeones.

Entenderán que casi me diera un síncope cuando hace un par de días, mientras yo andaba empantanado repasando estadísticas de los últimos sesenta años, viera que Golf Digest publicaba un artículo titulado «Does the PGA Championship produce the worst major winners?». «¡Pero si es lo que estoy escribiendo yo!», solté a un volumen suficiente como para alarmar a los vecinos, acompañando la frase con un exabrupto irreproducible en estas castas líneas. Y a continuación me puse a leer, claro, no fuera a ser que tuviera que tirar a la basura los numeritos que llevaba dos días recopilando. Como indica Joel Beall en el título de su artículo, el columnista de la publicación estadounidense pretendía averiguar qué major generaba los «mejores» ganadores, utilizando los datos del ranking mundial desde el 2000 al 2017 y mirando qué posición ocupaba cada ganador de major en dicho ranking la semana previa a su triunfo. Uf, bala esquivada. Por suerte, yo había utilizado dos referencias completamente distintas para mi «estudio»…

Tiger Woods, tras ganar uno de sus PGA Championship
Tiger Woods, tras ganar uno de sus PGA Championship

Sigamos con el artículo de Beall. Según sus datos, del Open Championship sale el «peor» ganador, dado que la media de posiciones del ranking mundial que ocupaban sus campeones la semana previa a adjudicarse el torneo en los 18 últimos años es de 42,55, por 33,22 del PGA, 21,83 del U. S. Open y 15,77 del Masters, el torneo más «exigente» según este baremo. Además de la muestra limitada (18 años), al criterio elegido se le puede achacar que se escoge un momento muy concreto de la carrera de los golfistas, por lo general previo a su explosión como jugadores (aunque hay excepciones, claro está) y que no refleja fielmente la calidad de los mismos ni su trayectoria completa (algo complicado de evaluar, no obstante, en el caso de los más jóvenes). Por otro lado, hay algunos resultados que desvirtúan bastante la media; por ejemplo, el caso de Ben Curtis en el Open Championship de 2003, dado que el estadounidense ocupaba el puesto 393 en el ranking mundial la semana previa a su triunfo en Royal St. Georges. Si en lugar de la media aritmética se usara como valor de referencia la mediana de esos 18 años (es decir, el valor central, o la media aritmética de los dos valores centrales de una serie par) habría mucha más igualdad, dado que la mediana del Masters, Open Championship y PGA es 9, mientras que la del U. S. Open es 11,5 como puede verse si consultamos los datos ofrecidos por Beall en su artículo.

Supongo que a estas alturas tendrán un par de preguntas, por lo menos: en primer lugar, ¿qué datos decidí manejar yo en mis cálculos? En segundo, ¿tengo alguna carencia afectiva? La segunda la voy a dejar en paso, así que les indico que para mi evaluación de la «calidad» de los majors he decidido usar como valor las victorias logradas en el PGA Tour por cada uno de sus ganadores a lo largo de su carrera y la cantidad de jugadores que solo tienen una victoria en un grande, viendo en qué major se han producido esos triunfos. Huelga decir que estas referencias también tienen pegas. Por un lado, los jugadores con más triunfos tienen una notable influencia en la media (cada vez que sale Tiger Woods, por ejemplo, hay que sumar 79 victorias al total), pero en todos los grandes hay casos opuestos y bien repartidos (como el mencionado caso de Ben Curtis en el Open Championship; el de Shaun Micheel , cuyo único título en el PGA Tour llegó en el PGA Championship de 2003; el de Orville Moody, ganador del U. S. Open de 1969 y sin más victorias en su palmarés; o el de Tommy Aaron, con tres triunfos en el PGA Tour, uno de ellos un Masters). Por otro, al escoger únicamente las victorias en el PGA Tour se reduce el impacto de los jugadores europeos o internacionales. Por ejemplo, Seve Ballesteros tiene nueve victorias en el PGA Tour y 50 en el European Tour, mientras que Bernhard Langer solo tiene tres victorias en el circuito estadounidense y 42 en el europeo. Lo mismo sucede con otros jugadores como Gary Player o Nick Price, cuyas victorias internacionales no quedan reflejadas… pero aquí no intentamos restar méritos a los jugadores, sino establecer un campo de juego más o menos igualado para valorar los grandes, y era necesario hacer este sacrificio. Por último, decidí estudiar los majors desde 1958 en adelante, dado que ese fue el año en que se celebró el primer PGA Championship en la modalidad de juego por golpes (hasta entonces era una competición match-play) y caso de ampliar la muestra habría sido más complicado equiparar los resultados. Pero dejémonos de charlas y pasemos a las cifras puras y duras.

Utilizando el primer baremo (es decir, la media de triunfos logrados en el PGA Tour por todos los ganadores de cada major), destaca el Masters, con una media de 27,88 títulos en el PGA Tour para cada ganador del torneo (cogiendo a los vencedores de las 61 últimas ediciones). Por detrás figuran a cierta distancia el PGA Championship, con una media de 22,47 títulos de cada ganador en los últimos 60 años (obviamente, sin contar 2018), el U. S. Open, con 22,03 y el Open Championship con 21,88. El Masters parece dejar patente su carácter exclusivo con esos más de cinco títulos de media de diferencia, pero es curiosa la igualdad entre los otros tres majors. Habrá que recurrir al segundo criterio para ver si resulta esclarecedor y sirve para desempatar.

Jack Nicklaus, tras ganar uno de sus PGA Championship
JJack Nicklaus, tras ganar uno de sus PGA Championship

Como he indicado anteriormente, decidí mirar cuántos ganadores de cada grande habían obtenido un solo major, y las cifras llaman la atención. En los últimos 60 PGA Championships hay 27 ganadores con una sola victoria en majors, nada menos que un 42,19 %. Sin embargo, hay mucha igualdad en los demás grandes: el Open Championship ocupa la segunda plaza con un 31,15 % (19 ganadores únicos en 61 ediciones), mientras que el U. S. Open y el Masters empatan con un 27,87 % (17 jugadores con una sola victoria en majors en 61 ediciones).

¿Cabría decir, por tanto, que el PGA Championship es más propicio para las sorpresas o para los jugadores de calidad algo inferior (poniendo muchas comillas a esta última afirmación, ya que todo el que gana un grande es un gran jugador)? Podría decirse que sí. Está claro que el carácter del PGA Championship favorece menos la especialización, dado que carece del elemento diferenciador que distingue a sus compañeros en el Grand Slam. El Masters de Augusta se juega siempre, obviamente, en el mismo campo; el Open Championship pasa por una rotación de links de características similares (aunque las diferencias sean notables entre el Old Course y Hoylake, por ejemplo) y que exige un estilo de juego parecido en todos ellos; y la USGA tiene claro el perfil que quiere imprimir a todos los campos por los que pasa el U. S. Open, independientemente de las peculiaridades que tengan de partida cada uno de ellos. El PGA Championship, sin embargo, no sigue ninguna pauta clara: siempre pasa por campos de primer nivel, pero la variedad de sus recorridos y preparaciones, y la democratización de su plantel (al incluir tradicionalmente a los 100 mejores del ranking mundial, al menos en las últimas décadas), introducen variables adicionales. Curiosamente, además del dato de los ganadores «únicos» que ya hemos mencionado, en la era stroke-play del PGA Championship solo ha habido dos jugadores capaces de ganar más de dos ediciones del torneo: Jack Nicklaus, con cinco, y Tiger Woods, con cuatro; mientras que en ese mismo periodo, en el Masters, tenemos con más de dos títulos a Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Tiger Woods, Gary Player, Nick Faldo y Phil Mickelson; en el Open Championship a Peter Thomson, Tom Watson, Gary Player, Jack Nicklaus, Seve Ballesteros, Nick Faldo y Tiger Woods; y en el U. S. Open a Jack Nicklaus, Tiger Woods y Hale Irwin. Es decir, solo los dos mejores jugadores de la historia han conseguido imponerse con cierta regularidad al desafío planteado por los distintos escenarios escogidos por la PGA de América. Además, no hay que descartar el elemento psicológico: hasta hace unos pocos años se vendía el PGA Championship como «glory’s last shot», es decir, la última oportunidad de alcanzar la gloria, pero era una definición casi obligada por su situación en el calendario y no por el tirón que pudiera tener el torneo entre los mejores de mundo. Pese a ser un torneo dignísimo y al magnífico trabajo de la PGA de América (mucho menos discutida que la USGA a la hora de preparar sus campos), su falta de carácter lo han dejado en una incómoda cuarta plaza en el orden de prioridades de los jugadores. Sigue siendo un torneo grande y seguirá atrayendo puntualmente a los mejores del mundo, pero si encuestan a cien golfistas profesionales y les preguntan qué major quieren llevarse a casa, no creo que hubiera uno solo de ellos que antepusiera el PGA Championship al Masters, el Open Championship o el U. S. Open.

Eso no quita para que esta semana echemos el resto siguiendo el torneo en Bellerive y que estemos muy pendientes de los cinco jugadores españoles que lucharán por alzar ese trofeo Wanamaker que bien podría haber bautizado nuestro adorado Chiquito de la Calzada. Yo, desde luego, andaré muy atento… y con la calculadora y el cuaderno a mano, que habrá que inventarse algo para la próxima columna.