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Música para sus oídos

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Mick Fleetwood, líder de la banda Fleetwood Mac y gran amante del golf.
Mick Fleetwood, líder de la banda Fleetwood Mac y gran amante del golf.

La contundente percusión metálica de un drive bien pegado, el sonido grave que emite la cara del hierro al propulsar la bola en el golpe de aproximación, el impacto sordo de la esfera blanca al aterrizar en green, el tintineo casi cristalino del putter y el traqueteo de la bola instantes después al alcanzar el fondo de la cazoleta. Esa es la partitura ideal de un hoyo, la sinfonía del golf que persiguen interpretar todos sus practicantes, el objetivo sonoro que rara vez se alcanza, al menos entre los aficionados de andar por casa. El golf, cuando se practica con talento, es todo ritmo y armonía, música pura acompañada por los aplausos y los vítores del entendido público (y, por qué no decirlo, por los alaridos de algún espectador vocinglero y pasado de alcohol) que interrumpen los habituales silencios respetuosos en el ámbito profesional.

Quizá sea su relación con el ritmo, ese “tempo” ideal sobre el que hablan los teóricos del golf, la que haya atraído hasta este deporte a tantos músicos de ámbitos tan variopintos. El golf no puede ser más democrático en ese aspecto: ha fascinado a leyendas rockeras como Lou Reed, Bob Dylan, Neil Young, Robbie Krieger (de The Doors) o Roger Waters (de Pink Floyd), que a priori no encajan con el estereotipo de golfista medio, o incluso a metaleros como Alice Cooper, K. K. Downing (de Judas Priest) o Vince Neil (de los incorregibles Mötley Crüe), pasando por mitos del country como Willie Nelson, crooners de pura cepa como Bing Crosby o Dean Martin, ídolos para adolescentes como Nick Jonas o Niall Horan, estrellas del punk como Fat Mike de NOFX o artistas de nuestro país como Juan Luis Giménez o David Bustamante. Y me he limitado a rascar la superficie, porque el listado de músicos ilustres que juegan al golf es dilatadísimo.

Quizá sea su relación con el ritmo, ese “tempo” ideal sobre el que hablan los teóricos del golf, la que haya atraído hasta este deporte a tantos músicos de ámbitos tan variopintos

Dado que soy un ferviente seguidor del “pisuerguismo ilustrado” (ya saben, eso de “Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid…”) se me ha ocurrido llevar un paso más allá esta relación entre golf y música para proponerles un jueguecito: rescatar canciones que contengan en su título un término relacionado con los resultados de golf.

Si les parece, empezamos por el albatros, el golpe que, estadísticamente, es más esquivo (más difícil de conseguir incluso que un hoyo en uno). Aunque hay varias canciones con este título, me quedo con el clásico de Fleetwood Mac, un tema instrumental de esta banda británica compuesto por Peter Green y publicado como single en 1968. Fue el primer número 1 de este grupo histórico y nunca se ha sabido a ciencia cierta por qué se llamó así, aunque hay quien piensa que recuerda al ave mencionada en La balada del viejo marinero de Samuel Taylor Coleridge. Por cierto, Mick Fleetwood, uno de los fundadores del grupo, es un gran aficionado al golf.

Para el hoyo en uno (o ace, en Estados Unidos), me apena aparcar el Ace of Spades de Motörhead o el Aces High, de Iron Maiden, pero me quedo con el Ace in the hole de Paul Simon, una canción incluida en el álbum One trick pony que salió en 1980, diez años después de que Simon se separara de Art Garfunkel. El exmarido de Carrie Fisher grabó este tema con magníficos músicos de sesión como el guitarrista Eric Gale o el pianista Richard Tee (otro guiño golfístico inesperado) y el título de la canción es una expresión inglesa que, pese a lo que parezca, no tiene nada que ver con el golf ya que significa “as en la manga” o “baza ganadora”.

Seguimos por el escalafón de resultados de golf y con lágrimas en los ojos renuncio al Eagle fly free de Helloween para quedarme con la versión del Fly like an eagle de Steve Miller Band que hizo el cantante británico Seal para la banda sonora de Space Jam, aquella película de 1996 protagonizada por Michael Jordan y los personajes animados de la Warner Bros. Esta versión fue grabada 20 años después del original y, pese al impulso de la película, no tuvo el éxito en las listas del tema de partida, que alcanzó el número dos en 1976. Aun así, contó con el beneplácito de Steve Miller, que declaró que era la mejor versión que se había hecho de su canción.

Nos metemos en terreno pantanoso y de nuevo renuncio a mis instintos rockeros y al Birdie de Millencolin para asaltar sus sentidos con The birdie song, es decir, la dichosa canción de los pajaritos, esta vez perpetrada por el grupo The Tweets. Este crimen contra la humanidad lo compuso el suizo Werner Thomas en Suiza en los años 50 y fue popularizada en España por María Jesús Grados Ventura (que en la mente de muchos compatriotas se cambió oficialmente sus apellidos por “y su acordeón” para tener más éxito comercial, igual que Mari Carmen y sus muñecos). En origen se llamaba Der Ententanz (o sea, El baile del pato), pero fue superevolucionando cual Pokemon hasta convertirse en El baile del pollo, La canción del pajarito y, por último, Los pajaritos. En los años 70 un productor belga —que seguramente ocupe ya un lugar privilegiado en el infierno— le puso letra y los pajarracos empezaron a extender sus garras por Europa. Por increíble que parezca, se han grabado más de 140 versiones en todo el mundo, con más de 40 millones de discos vendidos. Esta versión de The Tweets alcanzó el número 2 en Gran Bretaña y en 2000 fue votada como la “canción más molesta de la historia” en una encuesta de la web dotmusic, una descripción a la que me adhiero con entusiasmo.

Nos quedamos en España para escuchar de voz de Joaquín Sabina la historia de Dionisio Rodrigo, el Dioni, el célebre guarda de seguridad que se largó a Brasil con 298 millones del furgón del que era conductor y vigilante. 28 años después, el Dioni sigue sumido en el mundo del frikerío y la farándula, pero todavía lo recordamos gracias a Con un par, este tema compuesto por Joaquín Sabina, Pancho Varona, Sergio Castillo y Antonio García de Diego e incluido en Mentiras piadosas, séptimo álbum del cantautor español que se puso a la venta en 1990.

Por último, y como en Ten-Golf no somos de hacer sangre y nos duele ver resultados abultados en las tarjetas, terminamos este repaso con la marcha del coronel Bogey. Esta inolvidable pieza militar se grabó en las mentes de millones de espectadores al aparecer en El puente sobre el río Kwai, película de David Lean protagonizada por Alec Guinness en la que se narran las penurias de unos prisioneros británicos en un campo de concentración japonés durante la II Guerra Mundial. De origen marcial y compuesta en 1914 por el teniente F. J. Ricketts, director de la banda del Ejército Británico, también tiene relación directa con ese término golfístico que identifica a los resultados superiores en un golpe al par del hoyo. Pero esta historia se la contaré en otra ocasión…