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Tácticas de seducción

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El partido de Rahm, Rory McIlroy y Rickie Fowler. © Golffile | Ken Murray
El partido de Rahm, Rory McIlroy y Rickie Fowler. © Golffile | Ken Murray

Seguro que les ha sucedido a ustedes alguna vez en su vida. Estaban tomando una copa, o en una fiesta o reunión social y alguien cercano les decía: “Ahí está el chico (o la chica) que te gusta. Actúa con normalidad”. Como en el meme internáutico, bastaba con escuchar esas palabras para que se desencadenara alguna pequeña catástrofe, como tirarle una copa encima a la persona objeto de nuestro interés, ponernos a hacer el ganso, sufrir un repentino ataque de estornudos o adornar inadvertidamente nuestra dentadura con un trozo de espinaca o similar. A grandes rasgos, y como él mismo confesaba esta semana, parece que esto es lo que le sucedía a Jon Rahm con los majors. Pese a que intentaba “actuar con normalidad”, la importancia de la cita en cuestión terminaba atenazándolo y cortándole las alas. “Siempre he llegado a los grandes pensando que era una semana especial; igual hay que cambiar eso”, explicaba el de Barrika en la antesala de este PGA Championship, su sexta cita en los torneos que conforman el Grand Slam.

Tiger Woods. © Golffile | Eoin Clarke
Tiger Woods. © Golffile | Eoin Clarke

Sin duda, son los torneos que más le atraen, pero aún no ha dominado la técnica necesaria para llevárselos al huerto. Poniendo un ejemplo rápido, Tiger le tuvo que guiñar siete veces el ojo a los grandes para hacerse con su primer título, la chaqueta verde, en 1997. Y estamos hablando de Tiger, un fuera de serie en estas lides seductoras (me refiero a ganar majors, por supuesto, no me sean malpensados). Hay muchos golfistas que están toda la vida tirando la caña y acaban como “solterones” redomados, al menos en cuanto a este tipo de pruebas (Colin Montgomerie, por ejemplo, solo ha encontrado el “amor” con los grandes en su jubilación dorada en el Champions Tour).

Colin Montgomerie. © Golffile | Eoin Clarke
Colin Montgomerie. © Golffile | Eoin Clarke

En esta época de impaciencia y de satisfacción rápida e inmediata, es normal que a los miembros de la “Generación Tinder” les entren las prisas por hacerse con estos títulos. La media de edad del top 10 mundial se ha desplomado (30 años raspados, con Henrik Stenson como único representante de los “cuarentones”) y los éxitos de Jordan Spieth, Rory McIlroy o Jason Day, por mencionar a tres veinteañeros triunfadores, sirven de acicate. Pero el camino hacia el triunfo en estos torneos está plagado de trampas, como pueden atestiguar quienes lo han frecuentado infructuosamente durante mucho tiempo o, mejor aún, quienes han llegado al destino después de sufrir lo indecible. Como Sergio García, que pasó de tener una estrecha relación odio-odio con Augusta National a conquistar a la verde dama de Georgia en su decimonovena visita, aunque a priori el de Castellón se viera mucho más capacitado para robarle el corazón a alguna de las bellas y austeras sedes que conforman la rotación del Open Championship.

Quizá no sea mala táctica la que pretende emplear Rahm en este PGA Championship y ese distanciamiento voluntario le lleve a luchar por el título. No es el único que parece haber disfrazado sus intenciones, ni mucho menos. En un año en que el U. S. Open se “vistió” de torneo regular, este PGA Championship de Quail Hollow ha hecho lo contrario y parece dispuesto a ocupar el trono vacante planteando una dura prueba a los participantes. La combinación de greens vertiginosos y campo alargado por las lluvias está siendo letal, y se espera que la criba sea aún más dura en la segunda jornada. De momento, Rahm salió bien parado del primer duelo, pese al tantarantán que sufrió en la temida Milla Verde, y figura a solo tres golpes de los primeros líderes, Olesen y Kisner, mientras tiene controlados a sus ilustres compañeros de partido, Fowler y McIlroy, y no pierde de vista a otros aspirantes que han arrancado con fuerza, como Koepka, Matsuyama o Johnson. El vasco mereció una recompensa más generosa en los greens del campo de Carolina del Norte, pero está ahí, con la mirada pícara del gato que se comió la sardina, conteniendo los gestos y sabiendo que esta puede ser su semana… aunque de momento quiera concederle la importancia justa.

Phil Mickelson y Jim "Bones" Mackay. © Golffile | Eoin Clarke
Phil Mickelson y Jim «Bones» Mackay. © Golffile | Eoin Clarke

Me van a perdonar que cierre bruscamente esta columna (aunque nos leemos mañana, por supuesto). El tema amoroso me ha sugerido una idea que creo que puede tener su aquel: dado el trajín que está habiendo últimamente en el mundo profesional, ¿creen ustedes que tendría éxito una web de citas —laborales, por supuesto— que reúna a caddies y golfistas? ¿Sería la manera de encontrar a la media naranja ideal en el ámbito del golf profesional? ¿Se apuntarían Rory McIlroy o Phil Mickelson? Ya lo estoy viendo: eGolfing, la web para golfistas exigentes.