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Un campeón discreto

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Peter Thomson, con la Jarra de Clarete del Open Championship.
Peter Thomson, con la Jarra de Clarete del Open Championship.

Después de unos cuantos hoyos, a aquel estudiante de la universidad de Saint Andrews le quedó claro que le había tocado un «hueso» como rival en su partido del enfrentamiento anual contra miembros del Royal & Ancient. Aquel golfista de swing fluido y modales exquisitos le estaba dando más guerra de lo que cabría esperar para un golfista que ya superaba la setentena. Al joven le pudo la curiosidad.

— En sus tiempos usted debió de ser buen jugador.

— Tuve mis momentos —respondió su veterano rival.

Sin duda los tuvo, y más en la tierra sagrada de los links que conforman la rotación del Open Championship. Como recoge Lewine Mair en un reciente artículo publicado en Global Golf Post, el golfista que tantos apuros estaba haciendo pasar a aquel universitario no muy bien informado era el australiano Peter Thomson, vencedor en cinco ocasiones del Open Championship, segundo en la lista histórica de triunfos del este major solo por detrás de Harry Vardon. La anécdota no deja de ser un fiel reflejo de su trayectoria vital, pese a los méritos deportivos que acumuló a lo largo de su vida y que hemos tenido la triste ocasión de repasar a causa de su reciente fallecimiento. Incluso la informática parece haberse conspirado para dejar al gran Thomson en un segundo plano que en absoluto merece. Basta con que pongan Peter Thomson en Google para ver cómo un diplomático fiyiano del mismo nombre ocupa el puesto más destacado en las búsquedas internáuticas.

En palabras de Gary Player, Thomson era «probablemente el jugador más inteligente que había conocido», y conociendo a Player ese «probablemente» inicial sea más un refrendo que un adverbio situado para poner en duda su afirmación posterior. Seguro que el sudafricano pretendía guardar las formas ante sus ilustres camaradas estadounidenses sin comprometerse.

Dueño de un swing fluido de grip ligero, se movía con elegancia a través de la bola sin que pareciera costarle ningún esfuerzo

Formado en el Royal Park de Melbourne y el Victoria Golf Club, campos de terreno firme y ondulado, Thomson no tardó en comprender las bondades del vuelo bajo de bola y en especializarse en un juego que aprovechaba cada curva, loma o recoveco para acercar la bola al hoyo, una estrategia que le llevaría a convertirse en digno heredero en los links de Harry Vardon, J. H. Taylor y James Braid, que sumaron 16 Open Championship entre los tres y dominaron el golf a principios del siglo XX. Dueño de un swing fluido de grip ligero, se movía con elegancia a través de la bola sin que pareciera costarle ningún esfuerzo. Abogaba en todo momento por la sencillez y se alejaba de cualquier tecnicismo o sofisticación. En su mente había dos pensamientos: colocarse de manera natural y llevar la bola hasta el hoyo.

Thomson tiene un récord impresionante en el Open Championship: entre 1952 y 1958 siempre quedó primero o segundo

Thomson tiene un récord impresionante en el Open Championship: entre 1952 y 1958 siempre quedó primero o segundo (y se adjudicó cuatro títulos en esos siete años), aunque a aquella época de gran dominio (en la que solo interfirieron Bobby Locke o Ben Hogan) anteponía su quinto y último triunfo en el Open, el que logró en Royal Birkdale en 1965 ante la plana mayor del golf mundial y, sobre todo, ante el triunvirato conformado por Arnold Palmer, Jack Nicklaus y Gary Player. Aquella victoria tuvo un sabor especial porque muchos especialistas habían cuestionado su decisión de prodigarse poco en Estados Unidos (nunca jugó el PGA Championship y solo participó en trece ediciones del US Open y el Masters, sumando ambos torneos). Aquel triunfo supuso una reivindicación silenciosa, porque Thomson era poco dado a quejarse o a plantar cara a sus detractores.

Sus méritos, innumerables: además de los cinco Open Championships ya mencionados, capitán del único equipo internacional de la Presidents Cup que ha vencido en esta competición (en 1998, en el Royal Melbourne Golf Club), presidente de la PGA Australiana durante 32 años, impulsor del Asian Tour, miembro del Salón de la Fama, ganador de 89 títulos como profesional (entre ellos el Open de España de 1959 en El Prat), diseñador de más de un centenar de campos, certero analista televisivo y plusmarquista de victorias en una temporada del PGA Champions Tour (un récord de 9 títulos que comparte con Hale Irwin).

Thomson, el mejor jugador de la historia de Australia (con permiso de Kel Nagle) y uno de los primeros embajadores del golf mundial, descolló en la época previa a la televisión y a la comercialización del golf que llegó de la mano de Arnold Palmer en Estados Unidos y, posteriormente, en el resto del mundo. Por eso incluso los aficionados al golf tienen que recurrir a la hemeroteca para rescatar sus principales logros; por eso el universitario de Saint Andrews no fue capaz de reconocerlo en aquel curioso duelo en el Old Course.

«No quería ser una estrella. Lo he pasado de maravilla, jugando por placer a un juego que amaba. No he tenido la sensación de haber trabajado ni un solo día de mi vida»

Pero Thomson, como ya hemos dicho, era poco amigo de las lamentaciones y disfrutó hasta el final de su pasión por un deporte que le dio todo… aunque la fama se la fuera racionando caprichosamente. Él mismo resumió satisfecho su trayectoria vital: «No quería ser una estrella. Lo he pasado de maravilla, jugando por placer a un juego que amaba. No he tenido la sensación de haber trabajado ni un solo día de mi vida». Cierto es que nunca quiso ser una estrella, pero al pronunciar esa frase una vez más le pudo la modestia porque no dejó de trabajar hasta el último de sus días para que el golf llegara a todos los rincones del planeta.