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Gardel volvió con la frente marchita y con las nieves del tiempo plateando su sien, dispuesto a afrontar las sombras del pasado. MacArthur, comandando una operación aerotransportada a gran escala para vengar la afrenta sufrida a manos del ejército japonés en Filipinas, tres años después de verse obligado a huir casi a hurtadillas en una lancha torpedera para evitar su captura. Arnold Schwarzenegger, o mejor dicho, su alter ego Terminator, pronunciaba ese “I’ll be back”, una frase que acabó convertida en santo y seña cinematográfico del austríaco de origen, poco antes de regresar a la comisaría de la que le habían echado instantes antes y armar la marimorena en su búsqueda de Sarah Connor. Todos ellos protagonizaron regresos con estilo, unos históricos, otros artísticos, aunque su suerte fue dispar.

Algunos regresos se dan por sentados y están devaluados, como pueden atestiguar muchos incondicionales de la tauromaquia y el boxeo. George Foreman y Ortega Cano seguramente sean dos de los humanos más opuestos sobre la faz de la tierra, pero han compartido su singular afición por volver al “lugar del crimen” e intentar reverdecer laureles una y otra vez. En otras ocasiones, los aficionados no pueden contener su euforia y confían en que los protagonistas de estos retornos vuelvan a estar a la altura de lo que fueron, pero el tiempo es un enemigo inmisericorde, incluso de los más grandes. Mark Spitz hizo el ridículo con 41 años, 19 después de surcar las aguas y acaparar oros en las piscinas de Múnich, y Michael Jordan brilló en su regreso a las pistas ya con 38 años en las filas de los Washington Wizards, pero fue incapaz de llevar al equipo capitalino hasta los playoffs.

Tiger Woods sigue siendo el principal reclamo que tiene este deporte

Por supuesto, las lesiones convierten el panorama deportivo en un eterno juego de las sillas musicales y las reapariciones son una de las variables que forman parte de la ecuación informativa de cada semana. Pero convendrán conmigo en que hay regresos y regresos (y también coincidirán conmigo en que mi capacidad de síntesis deja mucho que desear y que se me ve venir a la legua). Aunque apenas haya disputado tres torneos en 27 meses y lleve a cuestas —nunca mejor dicho— cuatro operaciones de espalda, la vuelta a la competición de Tiger Woods lleva siendo noticia desde hace meses. En los últimos años ha acaparado más titulares, a su pesar, por asuntos peliagudos que por su rendimiento en el campo de golf, pero Tiger Woods sigue siendo el principal reclamo que tiene este deporte. Está claro que la salud del golf de alto nivel es envidiable y que la nueva generación de jugadores jóvenes nos va a ofrecer muchos lustros de diversión y competición igualada, pero el californiano sigue estando en otra liga.

Tiger Woods. © Golffile | Eoin Clarke
Tiger Woods. © Golffile | Eoin Clarke

Por eso se nos aceleró el corazón hace justamente un año, cuando en este mismo Hero World Challenge que va a disputar esta semana encabezó la estadística de birdies convertidos, aunque el resto de sus números fueran olvidables. Por eso nos relamemos cuando Brad Faxon anuncia (siendo amable, seguramente) que Tiger le ha pisado algún drive a Dustin Johnson en una pachanga, o cuando Patrick Reed se declara impresionado por el nuevo swing del exnúmero uno del mundo. Por eso metemos en la coctelera curiosidad, paciencia y esperanza confiando en convertirlas en un sabroso bebedizo, y estamos dispuestos a esperar lo que haga falta para verle ganar una vez más, por mucho que un modelo estadístico le otorgue probabilidades infinitesimales. Los ordenadores siguen sin tener corazón.

Ben Hogan, ganador del U.S. Open de Merion en 1950.
Ben Hogan, ganador del U.S. Open de Merion en 1950.

En nuestro recuerdo, aunque quede muy lejos, aquella heroica recuperación de Ben Hogan dieciséis meses después de sufrir un terrible accidente de coche que estuvo a punto de acabar con su vida. Su triunfo en el U.S. Open de Merion en 1950 sigue siendo la vara por la que se medirán todas las reapariciones de los mejores golfistas del mundo. Seguramente Tiger tenga aquella efeméride en mente, aunque, como entonces a Ben Hogan, nadie le exija triunfos.

El Napoleón del golf ha vuelto a escaparse de su metafórica Elba y se ha puesto al frente de sus fieles. Esperemos que esta etapa dure más que los últimos cien días que disfrutó el corso en el poder y que el Waterloo de Tiger Woods tarde mucho más en llegar.