A Kaymer lo conocí en un Open de Portugal en su primer año en el European Tour. Recuerdo que estábamos jugando Jesús Mari Arruti, Martin y yo.
Era un sábado o un domingo y nos dejó boquiabiertos con su juego, hasta el punto de que le pusimos el apodo de ‘Empalator’. No he visto a nadie empalar la bola como lo hace él.
No hay mucho que decir sobre su categoría como jugador. Un golfista que con menos de 30 años tiene dos grandes, ha ganado los torneos que ha ganado en el Tour, un WGC, la Race to Dubai, ha metido un putt para ganar la Ryder… No se puede decir mucho más.
Lo ha conseguido prácticamente todo, está a la altura de los más grandes jugadores europeos. De hecho, hay muy poquitos de nuestro continente que hayan ganado dos majors y sólo con 29 años. Y encima tiene la virtud de ser buena gente, un tío sencillo, humilde, trabajador, muy alemán, y eso creo que siempre es una ventaja. Es muy trabajador, ha tenido una educación muy buena, con unos principios sencillos, como tiene que ser.
Yo fui víctima de su juego en Loch Lomond en 2009, donde quedé segundo. Me ganó él. Es un jugador que sabes que no se va amedrentar bajo presión. Ha conseguido muchísimas cosas ya y, sin embargo, yo diría que lo mejor está todavía por llegar. Tiene una carrera por delante espectaular. E insisto, lo mejor de todo es que es sencillo, fantástico y normal… Como dice mi abuela: qué difícil es ser normal.
