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Por Juan Parrón | Cuando hablo a los niños de los valores que se necesitan para cumplir un sueño me viene a la cabeza Rafa Cabrera Bello

Como Rocky Balboa: ¡No hay dolor!

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En primer lugar quiero resaltar que siempre que hablo a los niños de los valores que se necesitan para lograr cumplir un sueño me viene Rafa Cabrera Bello a la cabeza: disciplina, tesón, espíritu de sacrificio, compromiso, constancia, trabajo, ilusión, perseverancia, entusiasmo…

Fue el compañero de habitación perfecto. Era muy serio en su trabajo, simpático fuera del campo, tenía las ideas claras y aguantaba mejor que nadie mis batallas cuando dormía. ¡¡¡Síííííí!!!! Yo también soy sonámbulo como Álvaro. Ya os contaré en otro capítulo lo que vivieron a mi lado Rafa en Agadir, Manuel Quirós en Manchester o Francisco Parrón en Singapur. Ya os contaré…

Con Rafa todo empezó cuando coincidimos en la Final de la Escuela del Tour, a finales de noviembre de 2005, en San Roque. Los dos pasamos el corte y logramos categoría para jugar el Challenge Tour la temporada 2005/2006. Hacía bastante tiempo que no nos veíamos porque yo me hice pro muy temprano y él estuvo estudiando en EEUU. El caso es que el penúltimo día de la final hablamos y decidimos organizar el viaje al primer torneo del Challenge que se disputaba en México DF. A partir de aquí, comienza una aventura de viajes, anécdotas y vivencias tanto buenas como malas que doy gracias al destino de haberlas podido vivir.

De México sólo recuerdo que fui muy nervioso, que mi primera experiencia con el jet lag fue bastante incómoda y que aluciné con cómo volaba la bola al jugar a 2.250 metros de altura. ¡¡Que no bajaba!! Además, Rafa y yo pudimos corroborar que éramos compatibles en la convivencia para poder continuar en Guatemala y Costa Rica.

Os voy a contar algunas anécdotas que me pasaron con él y creo saberlas merece la pena.

La primera ocurrió en Guatemala, después de cogerme un preparador físico que me puso en forma a contrarreloj en seis semanas. Viajé a Guatemala pensando que era Arnold Schwarzenegger y se me bajaron los humos el primer día que fuimos juntos al gimnasio. Empieza a calentar Rafa con la máquina de pectoral, recuerdo que haciendo las repeticiones bastante rápidas, y cuando termina, me siento yo en la banqueta y me dispongo a levantar su peso. Viendo que no podía mover ni un pelo la barra, le pregunté: «¡¡¡Rafaaaa!!! ¿Dónde se quita el bloqueo?» y me responde, claro: «¿Qué bloqueo?» Si no recuerdo mal, empezó a calentar con sesenta kilos como si nada y yo lo máximo que levantaba en aquel momento eran cincuenta. ¡¡Me quería morir de vergüenza!! Lo que quiero decir con esto es que la gente no es consciente de lo fuerte que está, sí, digo fuerte de fuerza: una cosa es tener buen cuerpo y otra cosa es ser un animal. Rafa no daba esa sensación y con el tiempo cada vez flipaba más.

Con relación a sus entrenamientos, de aquella época recuerdo que cuando hacía flexiones en la habitación me pedía que me dejara caer sobre él, 82 kilos de peso muerto, para poder petarse, como él decía. Y cuando terminaba la serie decía: «¡¡¡Diossssss!!! ¡¡¡Me encantaaaa!!!»Al día siguiente, se levantaba y desayunando me decía: «me duelen los pectorales y me encanta tener agujetas, cuando tengo agujetas juego incluso mejor». Os podéis imaginar la cara que se me quedaba…

También recuerdo cuando pasamos el corte en Costa Rica y jugamos juntos el sábado. Nos tocó junto a Jorge Benedetti, un colombiano con mucha personalidad. Suena el despertador, nos duchamos, bajamos al desayuno y dice Rafa: «¡¡Estoy muerto de hambre!!». Jamás he visto desayunar tanto a nadie: fruta, tostadas, crepes y cuando ya estaba para reventar dice… «Voy a probar esa crema de cacahuete, a ver que tal está». Me estoy partiendo al escribir esto porque estuvo bebiendo agua 18 hoyos para digerir todo lo que se metió. Hacía mucho calor, con humedad y el pobre estaba sudando el doble por el empacho que tenía.

Para que os hagáis una idea, el único jugador del Challenge Tour que llevaba jugados los once torneos que se habían disputado hasta la fecha fue Mr. Rafael Cabrera Bello. Y para colmo va el colega y gana el undécimo, en Austria. Al acabar el torneo nos dijo que creía que había llegado el momento de descansar y paró una semana por fin. Esto me dijo mucho de él, puso en su punto de mira la tarjeta del Tour y ya no hubo nada más que lo dispersara de ese reto. Hasta que no ganó, no paró, nunca tiró la toalla.

Gracias a su perseverancia y entusiasmo logró la tarjeta del Tour junto a Álvaro Quirós y a mí. El comienzo de esta etapa no tiene desperdicio y vuelve a decir mucho de Rafa.

Hong Kong: primer torneo del año. Tomo la decisión después de jugar dieciocho torneos de descansar y empezar más tarde en Sudáfrica, y Rafa me comenta:»Si no vas a Hong Kong paso de segundo a primer reserva, me la voy a jugar a ver si hay suerte y si me quedo fuera ya estaré más cerca de los dos siguientes: Australia y Nueva Zelanda.» El tío se va con la intención de empezar cinco semanas consecutivas, venía de jugar cerca de treinta torneos y decide empezar el año, que no había terminado aún, en ese plan: Hong Kong, Australia, Nueva Zelanda y los dos últimos en Sudáfrica, donde nos reencontraríamos. Al final, sólo fueron cuatro semanas porque tuvo la mala suerte de no entrar en el de Hong Kong. Se quedó justo fuera, pero allí estuvo el tío pegando bolas y entusiasmado por empezar la siguiente.

Me encantan dos frases que me hacen imaginármelo siempre que las nombro por todas esas hazañas que he nombrado:

«Tu actitud, siempre determina tu altitud» y «Creer para crear».

Ese año pagamos los dos el peaje de la inexperiencia, pero aún así volvió al Challenge y en sólo un año más logró quedarse y consolidarse.

Admiro mucho en quién se ha convertido porque he vivido de cerca el sacrificio por llegar a ser quien es a día de hoy. Se merece todo lo que le está sucediendo y estoy seguro de que acabará entre los cincuenta primeros del mundo dentro de no mucho tiempo y lo veremos por los jardines de Augusta.

Un saludo.