Todos los torneos de golf, pero sobre todo los Grandes, se deciden por detalles. En este sentido tengo que decir en primer lugar que estoy muy contento de cómo he sido capaz de jugar un campo tan complicado como Oakmont. Mi juego largo, por momentos, estuvo perfecto. De hecho, viendo los números del US Open aparezco en quinta posición en la estadística de calles cogidas y también quinto en greenes en regulación. Buenos números. Pero esos detalles…
Realmente me fui con la sensación de no haber exprimido al máximo todo ese juego, de haber regalado en cada vuelta algunos golpes, porque incluso conseguí dejarme buenas opciones de birdie donde pocos lo estaban haciendo. Y tengo que analizar por qué. Por un lado está la experiencia, eso está claro. Todavía no puedo decir que ya esté acostumbrado a jugar en greenes como los de Oakmont. Tampoco he jugado tantos US Open, sólo tres.
Por otro lado, seguro que puedo afinar más el estudio del campo. Un ejemplo: en Oakmont llegué a pensar que a veces, incluso, te interesaba más estar fuera de green, pero en la parte buena, antes que estar pateando para birdie desde una posición imposible, donde ni siquiera poniendo sólo en marcha la bola eras capaz de dejarla a menos de tres metros del hoyo si no la metías a la primera. Son cuestiones muy precisas, muy concretas, que tienes que llevar bien estudiadas. Seguro que en este aspecto puedo mejorar.
En el Masters también jugué muy bien al golf. Esto, unido a Oakmont, me da confianza. Me hace pensar que soy mejor jugador que hace un tiempo, porque tanto en Augusta como en el US Open conseguí cerrar semanas bastante consistentes. Creo que eso tiene mucho que ver con la actitud y con la paciencia, parcela en la que he mejorado mucho.
