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Sergio, gracias por la lección que nos diste

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Sergio García y Angela Akins, tras ganar el Masters.
Sergio García y Angela Akins, tras ganar el Masters.

Eran casi las dos de la mañana del día 10 de abril cuando me parece a mí que toda España dio un bote en el sofá. Yo desde luego lo hice. Boté y pegué un grito de oso, contenido eso sí, que no eran horas de ir asustando a nadie, pero grito al fin y al cabo porque la ocasión lo merecía. Qué alegría más grande. Seguro que ya sabéis a lo que me refiero, pero por si acaso alguien anda un pelín despistadillo lo aclaro: Sergio García acababa de embocar el putt de birdie para ganar su primer Masters de Augusta. Vaya subidón.

Primero fue mucha alegría, después emoción y por último acabó saliendo incluso alguna lágrima. Cómo no. Creo que todos los que amamos este deporte nos encogimos y celebramos igual que Sergio García. Creo que todos fuimos capaces de ponernos en su piel. Qué momento más bonito. Y qué merecido fue.

La victoria de Sergio fue una alegría gigantesca para el deporte español, pero también nos dejó una lección importante. Al menos, así lo veo yo. Ha sido el triunfo de la constancia, del trabajo, de la fe en sí mismo, de la perseverancia. Sergio nos ha demostrado a todos que tenemos que luchar por nuestros sueños sin rendirnos jamás, sin tirar la toalla. Si de verdad quieres algo con fuerza y pones todo tu empeño para conseguirlo, es muy posible que lo logres.

La mayor satisfacción de Sergio al ganar no fue tanto la Chaqueta Verde en sí, que también, o el poder cantar a los cuatro vientos que al fin era campeón del major y del Masters, que también. La mayor satisfacción es comprobar que todo el trabajo, la ilusión, las ganas, la insistencia y la creencia en unos valores y en una manera de hacer las cosas han funcionado.

Muchos tiraron la toalla antes que Sergio. Muchos le dijeron que nunca ganaría. Muchos hasta se burlaron de él, como en la Ryder Cup de Estados Unidos, cuando los aficionados americanos le recordaban aquello de que nunca había ganado un grande. Eso puede minar la moral de cualquiera y más de uno podría pensar en rendirse. Pero Sergio no lo hizo. Al revés. Fue un caballero en la respuesta. “Qué les puedo decir. No hace falta que me lo digan tanto porque ya lo sé, lo único que puedo hacer es ganar algún día alguno para así lograr que no me lo vuelvan a decir”. Y así fue. Al siguiente grande que se jugó tras la Ryder, victoria para Sergio.

Si se quiere, se puede. Y si no se puede, al menos te queda la conciencia tranquila de que pusiste todo de tu parte para lograrlo. Esa satisfacción es aún mayor que la del premio. Y cuando ya se tienen las dos cosas, pues entonces es para que se te ponga una sonrisa en la boca para el resto de tu vida. Como la que nos dejó impresa Sergio García aquel 10 abril.

Gracias, Sergio. Gracias por la alegría que nos diste pero sobre todo, por la lección de perserverancia que nos dejaste. Eso es lo más importante. Eso es lo que queda para siempre. Y con eso me quedo yo.

¡¡¡Un abrazoso enorme!!!