No le estaban yendo mal las cosas a Álvaro Quirós en los primeros nueve hoyos de la primera jornada del Qatar Masters: marchaba tres abajo cuando se subió al tee del hoyo 9. Sin embargo, las sensaciones de juego del andaluz se asemejaban a las de otras vueltas recientes, pues no eran del todo buenas y dejaban un poso de incertidumbre y preocupación. Además de embocar desde fuera en el primer par 3 del campo tras fallar la salida, había aprovechado muy bien las pocas opciones que había tenido, pero no estaba cogiendo calles e iba librando los peligros de aquella manera, siempre bajo la amenaza lacerante de otro error garrafal que, esta vez sí, le metiera en un serio problema.
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En el tee del 9, par 5, pegaba otra escapada hasta el punto de tener que jugar una bola provisional. Y era precisamente al pegar esa segunda bola, larguísima y al centro de la calle, cuando encontraba un agarradero, una sensación buena, un chispazo técnico (además, luego daban con la primera bola y salvaba un gran par). Por los segundos nueve, asido a ese momento crítico en el tee del 9, a esa sensación positiva que había encontrado en el swing, el panorama iba a cambiar. A partir de ese momento comenzaba a coger una calle detrás de otra y a sentirse más seguro. El resultado, cosa curiosa, fue el mismo que el de los primeros nueve hoyos (tres menos en cada tramo), pero el equilibrio emocional y la manera de moverse y de disfrutar en el campo nada tenían que ver.
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Quirós se siente especialmente orgulloso de la excelente actitud mostrada en esos primeros nueve hoyos. Seguramente sin ella no habría tenido la lucidez necesaria para encontrar nada en el tee del 9, pegando aquella bola provisional. Prudente como es (rayando en ocasiones con un realismo fatalista…) también entiende que mientras se va bajo par siempre es más fácil mantenerse paciente. Sea como sea, se trata de un paso adelante, uno de los muchos que sin duda aún tiene que dar para recuperar su mejor versión.
