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JON SIN MIEDO

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Jon Rahm, ganador del DP World Tour Championship. © Golffile | Fran Caffrey
Jon Rahm, ganador del DP World Tour Championship. © Golffile | Fran Caffrey

Nos preguntábamos ayer en el titular de la crónica por qué no iba a ganar Jon Rahm (-19) la Final de Dubai en su primer intento… Para gozo del deporte y el golf español, el Expreso de Barrika suele recoger este tipo de guantes con una naturalidad pasmosa. Después de jugar una ronda sin bogeys y de firmar un 67 se ha proclamado vencedor del DP World Tour Championship, o lo que es lo mismo, la Final del circuito europeo en Dubai, con un golpe de ventaja sobre sus inmediatos perseguidores, Shane Lowry (-18) y Kiradech Aphibarnrat (-18).

No son pocos los jugadores de golf que aseguran, en un tierno ejercicio de autoestima, que el clímax de su disfrute se da en situaciones de máxima presión, jugándosela al todo o nada. La realidad, después, demuestra que son muy pocos los que de verdad sienten así. Rahm sí es uno de ellos. Después, se gana o no, se acierta o no, pero hay quienes sufren lo insufrible con los temblores y otros a los que provoca gustirrinín. Jon sin miedo. No hay bruja, ogro o castillo encantado que lo asuste, como en el célebre cuento de los hermanos Grimm. Su segundo golpe en el hoyo 16 del Earth course dubaití, a por el trapo, lo demuestra, aunque verdaderamente no hace falta ceñirse a un golpe aquí o allá (hubo otros en el tramo decisivo: la recuperación en el 17, el segundo tiro en el 18…); es más bien una actitud, una manera de estar en el campo. Un modo de ser, único e intransferible.

Rahm, además, ha remado hoy con soltura contra un tipo muy concreto de corriente adversa que puede disparar los nervios, mucho más en su caso, auténtico torbellino de emociones. Y es que estaba poniendo el golf, los tiros, la intención, pero los birdies no terminaban de caer y Rose se marchaba, se iba; había salido a un golpe de la cabeza, pero en el hoyo 5 ya estaba a tres, y eso jugando bien de tee a green. Una mala salida en el hoyo 7, par 5, encendía todos los pilotos de emergencia. Quedaba un mundo, pero también la duda de si Rahm iba a ser capaz de verlo así, con la cabeza fría y el mono de trabajo bien calado. Un fantástico tercer disparo a green y el posterior birdie con un no menos formidable putt despejaban la incógnita. Y este es el verdadero plus que Jon maneja: es cierto que sus emociones van y vienen, pero también lo es que su coraje está por encima y, seguramente por ello, muestra una capacidad de reseteo inconmensurable, terrorífica, sólo al alcance de los elegidos.

Sergio García durante la ronda final en Dubai. © Golffile | Fran Caffrey
Sergio García durante la ronda final en Dubai. © Golffile | Fran Caffrey

Por delante, Sergio García (-17) abría la senda a machetazos, con una vuelta que acabó siendo de 65 golpes cuando por momentos apuntaba a un 63 e incluso a algo mejor. Qué manera de jugar y de adaptarse a su nuevo arsenal de bolas, wedges, hierros y maderas. A toro pasado las cuentas salen mejor, pero es muy cierto que el de Borriol se ha quedado mucho más cerca de lo que pueda parecer de ganar la Race to Dubai. El bogey del 18 después de irse al agua de dos desde una complicada posición contaminaba una jornada excelsa de golf del campeón del Masters, que con un birdie en ese último par 5 hubiera salido a jugar el desempate mano a mano con Rahm. El acabose. Pero es más que probable y lógico que los cálculos de Sergio en el tee del 18 pasaran más por el eagle que por el birdie para dejarse una remota opción de ganar el torneo y a por ello se fue, tratando de reventar el driver y, por desgracia, fallando por mucho la salida. La semana de Sergio, sea como sea, ha sido tan consistente (comenzaba el jueves con bogeys en los hoyos 1 y 2 y, a partir de ahí, sólo tres bogeys más en 70 hoyos) como brillante en muchas fases. Ni una pega que poner y sí deliciosas expectativas que abrir.

Tommy Fleetwood, ganador de la Race to Dubai. © Golffile | Fran Caffrey
Tommy Fleetwood, ganador de la Race to Dubai. © Golffile | Fran Caffrey

Justin Rose (-17), impecable e intratable por los primeros nueve, se hacía al fin humano y mortal en el último tercio de la vuelta y la sangría de bogeys (hoyos 12, 14 y 16) lo sacaba de las dos ecuaciones ganadoras, la del torneo y la de la Race, para alivio de un Tommy Fleetwood (-11) que había entrado en la carpa de firma de tarjetas con varias vías abiertas de agua, abatido y derrotado. Rose, que había ganado en China y en Turquía con sendos finales poderosos, probaba esta vez su propia medicina de las manos de Rahm. No es el primero a quien le ocurre. Ni será el último.

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