El primer torneo de las Rolex Series está cumpliendo con una de los requisitos que puede (y hasta debe) exigirse a una gran cita de golf: un campo que suponga un verdadero desafío. Un recorrido que permita una tarjeta sobresaliente al jugón o jugones del día, pero que también pueda mostrarse implacable a cada vuelta del camino.
El West course de Wentworth, con estos greenes remozados y ‘teledirigidos’ gracias al nuevo sistema de ventilación, es hoy un test muy serio. El efecto del viento que se arremolina y avanza por sus elegantes y centenarias avenidas ya lo conocíamos, y el cóctel es explosivo. El líder después de la tercera jornada es Andrew Dodt (-8), que sólo ha llevado el registro puntero un escalón más allá, y es que este sábado apenas 17 jugadores han bajado del par y sólo se han contado cuatro tarjetas por debajo de setenta golpes.
La presencia del australiano en el partido estelar del domingo es una relativa sorpresa. No lo es tanto la del puñado de pesos pesados que se concentran por detrás de él: Branden Grace (-7), Francesco Molinari (-5), Lee Westwood (-5), Henrik Stenson (-4), Shane Lowry (-4), o el mismísimo Hideto Tanihara (-4), dueño del mejor resultado del día (67). Tyrrel Hatton (-3) o Ross Fisher (-3) son otros top-50 del mundo que también parecen en distancia. El batacazo del día se lo llevaba Thomas Pieters (-1 y tarjeta de 77 golpes), que terminaba con bogey y doble bogey en los dos pares 5 que cierran el recorrido de Virginia Waters.
Queda claro también (ahí está Tanihara para demostrarlo) que con un gran día de golf se puede venir de las profundidades el domingo y conquistar incluso una plaza dentro del top-ten. Quizá Jorge Campillo (PAR) podría aspirar a esta pequeña hazaña. Al fin y al cabo el extremeño ha sido hoy uno de los 17 valientes que han ganado al campo y se está defendiendo con recursos y sin desmayo en cada ronda. Mucho más complicado lo tiene Pablo Larrazábal (+4) que ha pagado caro el lastre de unos nueve primeros hoyos muy erráticos.
