Inicio Grandes Circuitos DP World Tour Nunca sabes dónde puedes cruzarte con un futuro compañero de la Ryder

Nunca sabes dónde puedes cruzarte con un futuro compañero de la Ryder

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Jon Rahm con el niño Aitor Medina Enkler durante el Pro Am de hoy en Valderrama. © Tengolf
Jon Rahm con el niño Aitor Medina Enkler durante el Pro Am de hoy en Valderrama. © Tengolf

Aitor Medina Enkler es un niño de 8 años que se ha venido desde Sevilla con su padre y un amigo de éste a pasar el día en Valderrama. Estos son de los de golf en vena. A las 5,20 de la mañana ya estaban viajando, rumbo a San Roque, y el primer gran objetivo de la jornada era acompañar a Jon Rahm los 18 hoyos del Pro-Am. Del primero al último, que no faltara ninguno.

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No es tan habitual ver a un niño de esa edad a una hora tan temprana acompañando un partido, así que Jon le había echado el ojo bien pronto. Otra vez desfilaban aquellos recuerdos por delante de las narices del joven vasco: imágenes nítidas, muy concretas, de cuando en 2007 entró a un campo para seguir sobre el terreno un torneo profesional de altos vuelos por primera vez. Era el Volvo Masters, en Valderrama, y lo primero que vio, no lo olvida, fue una sacada de bunker de Thomas Bjorn, que once años más tarde sería su capitán en una Ryder.

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Aquella lúdica y excitante jornada del Jon niño y fanático, hace doce años, concluía con la clásica pasarela de firma de autógrafos. Sobre su polo estamparon la rúbrica, por ejemplo, Henrik Stenson, Paul  Casey y Justin Rose, todos ellos compañeros del español en el equipo de la Ryder, hace unos meses, en Francia. Un cuento de hadas, vaya.

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Uno nunca sabe dónde y cómo se va a encontrar a un futuro compañero o pupilo de Ryder Cup, así que conviene ser galante y generoso. Pero, bromas aparte, Jon sabe por experiencia cuánto puede ilusionar a un muchachito una deferencia, un detalle, un poco de atención y cariño. Así que, ni corto ni perezoso, en el hoyo 4 pedía permiso al padre de Aitor para meterlo junto a él por dentro de las cuerdas y hacerlo parte del equipo por un buen rato. Cuatro hoyos, ni más ni menos, hasta el green del 8.

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Aitor, que ya levanta los palos con soltura en el Club Hato Verde sevillano, estaba más nervioso que otra cosa, como suele ocurrir en estos casos. Tardará en digerir y reordenar los recuerdos, pero a la larga el día de hoy dejará una huella imborrable. Ya veremos hasta dónde llega él con el driver y el putter en las manos y si el cuento de hadas se repite y vuelven a cruzarse, compitiendo cara a cara o codo con codo. Aunque, francamente, eso sea lo de menos.