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Ross, hijo, mete un putt…

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Ross McGowan (-24) ha dejado sentenciado el Madrid Masters una vez finalizada la tercera jornada. Veinticuatro bajo par (así, con letras, para paladearlo mejor…) después de entregar hoy un 60 en el Centro Nacional (evidentemente, récord del campo…). Tiene una diferencia de siete golpes para administrarla con mucha tranquilidad. Su tarjeta y su juego son para analizarlos con detenimiento…

 

El viento no ha soplado ni un ápice en todo el día y, sin exagerar, el par ‘real’ del campo podíamos establecerlo hoy tranquilamente en -3 ó -4, (algún profesional nos apuntaba hoy el -5, incluso…). Sólo seis jugadores han entregado hoy tarjetas por encima del par.
Ya lo habíamos avisado en la primera crónica del día: quien sacara punta de verdad al putter podía liarla de verdad. Ese ha sido McGowan, este inglés de 27 años que ha explotado de verdad en 2009 y que ya es bien conocido en el circuito por sus rachas calientes con el putter y con los hierros de calle. Talento puro y duro.

Hasta hoy, la consistencia en el juego no ha sido su fuerte. Ya pueden temblar todos si adquiere esta virtud… De hecho, este año ha perdido muchos cortes, aunque realmente sabe atacar y no le tiembla el pulso los fines de semana. De un mes a esta parte, en todo caso, se ha hecho más fuerte y regular. (no en vano, ya tenía asegurada su presencia en la final del la Race antes de esta cita, después de encadenar dos top ten de calidad en el Omega y el Alfred Dunhill).

Ahora que otro inglés, Simon Dyson, anda también en el candelero, es un buen momento para señalar que estos dos jugadores son la noche y el día,salvo en el rubio de su pelo: todo lo que tiene Dyson de nervioso, lo tiene Ross de campechano, tranquilo, sereno y natural. Anda casi arrastrando los pies, con los pantalones ligeramente caídos, frente a ese caminar casi marcial de Simon, al trote, un, dos tres, cuatro…

Hoy lo ha embocado todo. Las que tiraba con intención y las que no… Y es que en el hoyo 15, cuando estaba ya iniciando el swing con el putter, a unos cuatro metros del hoyo, un ‘marshall’ se equivocaba y chillaba a voz en grito el clásico «quietos, por favor, silencio», de modo que McGowan casi se asustaba y pegaba de cualquier modo a la bola… Y ésta entraba por todo el centro del hoyo. Acabáramos.

Ha enchufado también dos eagles con putts de doce y seis metros. Ha firmado sólo dos pares (¡¡sólo dos!!) en los últimos quince hoyos; además ha jugado con tiralíneas desde la calle. Sus dos únicos errores desde el tee (hoyos 11 y 14) le costaron los dos bogeys. Ha embocado con pianos por delante, sin piano, de cerca, de media distancia y de larga distancia para un total de nueve birdies y dos eagles…

«Si me lo dicen antes de salir diría que es una broma. No he pensado en el resultado casi hasta el segundo golpe del hoyo 18. Ha sido muy especial. Ya jugúe muy bien los dos primeros días y podía haber hecho algunas menos, justo lo que ha ocurrido hoy. Mi swing es mucho mejor a día de hoy, y además he metido todos los putts», explicaba el inglés.

Junto a él, Sergio García (-14) marchó firme durante los nueve primeros hoyos, pero tras fallar un putt metible de birdie en el 10, su juego se descomponía por completo. Muy poquitas calles, muy poquitos greenes, sufriendo en las recuperaciones y con el putter… Lo dicho: si el par subjetivo del campo lo establecemos en -3 ó -4 y el de Borriol ha firmado un -1, hagan sus cuentas.

Él lo tiene claro: «me hubiera gustado jugar mejor los nueve segundos hoyos. Ahora habría que hacer cincuenta y pocas para ganar… Desde el hoyo 10 todo ha ido mal. Una lástima. Ross ha estado increíble. Lo metía todo. No hay que quitarle nada porque ha sido muy sólido, y además lo metía todo, que siempre ayuda. Tal y como está jugando, lo tiene hecho. A ver si a mi me sale una buena vuelta mañana para acabar arriba».

El primer español, casi a la chita callando, es Jorge Campillo (-15). Asusta su madurez. Su saber estar. Su no darle importancia a las cosas. Su capacidad de concentración y de recuperación. Está a sólo dos golpes de los segundos, Michael Lorenzo Vera y Danny Willet.