Inicio Grandes Circuitos DP World Tour Todos los indicios nos dicen que Arnaus está tocado por una varita…

Todos los indicios nos dicen que Arnaus está tocado por una varita…

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Adri Arnaus escucha atentamente las indicaciones de su caddie, Phil Mobrey. © Tengolf
Adri Arnaus escucha atentamente las indicaciones de su caddie, Phil Mobrey. © Tengolf

Adri Arnaus (-3) ha abierto 2019 con una vuelta de 69 golpes en el recorrido del Abu Dhabi Golf Club. Las condiciones de juego han sido excelentes, inmejorables, pero nada de eso resta valor a su estreno en las Rolex Series. Cada pista que va dejando Arnaus es una confirmación más de que estamos ante un jugador especial, ante alguien que está tocado de alguna manera por la varita de la excelencia en el golf.

Su ronda de hoy es otro indicio. Ha firmado 69 golpes sin la necesidad de hacer nada muy especial. Ha desplegado un juego ordenado, sin meterse en demasiados problemas y saliendo de ellos de maravilla cuando tocaba. Ha hecho cuatro birdies y un solo bogey. Precisamente, después de cinco pares consecutivos, su vuelta rompía hacia el lado malo con un un bogey en el 6 pegando desde el centro de la calle, después de ejecutar una precioso misil tierra-tierra desde el tee de salida. Es uno de esos bogeys que duelen, pero Arnaus ha puesto de manifiesto que sabe hacer borrón y cuenta nueva en cuestión de segundos.

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Tanto es así que en el 7 pegaba un gran golpe desde el tee y hacía birdie tras embocar un señor putt de unos cinco metros. Las fuerzas volvían a estar igualadas. En el hoyo 10 conseguía un birdie fácil. Es más, su salida y, sobre todo, su segundo golpe, un hierrazo a las nubes para cazar el green de este par 5 merecieron algo más. Tuvo putt de eagle de unos tres metros y se le quedó asomada al hoyo.

Cayeron dos birdies más, uno en el 14, jugando el hoyo de manual, con una bomba fabulosa desde el tee cortando por la izquierda del rough, cogiendo una línea que sólo los grandes pegadores se atreven a mirar. Y el otro en el 17, después de fallar la salida al búnker de la izquierda. Desde la arena se sacó de la manga un golpe extraordinario que dejó a unos tres metros. Dentro. Cuatro birdies y cada uno de su padre y de su madre. Una demostración de recursos.

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Lo cierto es que su vuelta ha sido muy ordenada, inteligente, sin arriesgar más de lo debido, buscando el centro de green y confiando en su excelente putt. Ha cazado muchas calles y apenas ha fallado greenes. Además, ha rubricado recuperaciones de mucho valor como en el 12, pegando un approach bajito a unos veinte metros del hoyo. Un despliegue de un jugador importante.

Esta vuelta es un indicio más. Como lo es también el hecho de ver a Nacho Garrido fuera de las cuerdas acompañándolo los 18 hoyos, arropándolo, guiándolo, guiñándole un ojo cuando tocaba, levantando el pulgar, susurrando un comentario de ánimo entre hoyo y hoyo. No hay que olvidar que Garrido es un doble ganador del European Tour, jugador Ryder Cup y miembro de una de las grandes sagas del golf español. Y ahí estaba, al pie del cañón. Es obvio que ha visto en Adri algo muy especial y está dispuesto a cuidarlo con mimo y entusiasmo.

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Otro indicio es el caddie con el que hoy debutaba. Era su primera ronda juntos. Se trata de Phil Morbey, más conocido en el circuito como ‘Mobbly’. Hablamos de uno de los grandes caddies del golf europeo. Tiene 41 victorias a sus espaldas y un Grande. Ha trabajado con jugadores como Ian Woosnam, con el que ganó el Masters en 1991, José María Olazábal, Darren Clarke, Danny Willett o Thomas Bjorn. ‘Mobbly’ es uno de esos caddie que puede elegir la bolsa que quiere cargar. Su apuesta por Arnaus es otro indicio.

Por cierto, una de las grandes anécdotas indirectas de este caddie es que dejó de trabajar con Woosnam después de 14 años apenas unas semanas antes de que el galés tuviera el famoso incidente en el British Open. Salió a jugar la última ronda de 2001 como líder en Royal Lytham & St Annes. Arrancó con birdie en el 1 y en el hoyo 2, su nuevo caddie, Miles Byrne, le soltó el terremoto: “Llevamos dos drivers en la bolsa”. Eran quince palos. Fue penalizado con dos golpes por llevar más de 14, acabó firmando 71 y terminó el Open en tercera posición. Woosnam lo despidió dos semanas más tarde cuando llegó tarde al tee del 1 en el siguiente torneo.

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No obstante, y volviendo a Arnaus, más allá de todas estas apariencias, el verdadero indicio es el trabajo. Es un currante incansable. Le encanta lo que hace y asimila muy rápido. Garrido es aún recordado en el circuito por su enorme disciplina de entrenamiento. Era uno de los que más horas echaba en la cancha de prácticas. Pues bien, no lo duda. “Por desgracia ya no puedo jugar ni entrenar como hacía antes por unos problemas de espalda, pero bueno, Adri trabaja lo mismo que yo y más…”.

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