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Los cuatro Truenos de la Armada en 2018 (y 47 relámpagos): Adrián, un cirujano resiliente en Bélgica

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Adrián Otaegui. © Golffile | Eoin Clarke
Adrián Otaegui. © Golffile | Eoin Clarke

(Tengolf destaca los cuatro momentazos de la Armada española en 2018, las cuatro grandes historias deportivas de nuestros jugadores y, acto seguido, en un quinto reportaje, subraya otros 47 fogonazos, relámpagos, más que nada por la forma de contarlos y agruparlos, de modo telegráfico, yendo al grano, que también deben tenerse cuenta y hablan de la salud del deporte de los catorce palos en nuestro país al más alto nivel profesional y amateur).

El Belgian Knockout, que tan brillantemente ganara Adrián Otaegui en mayo de 2018, no es una de las grandes citas del año, pero su revolucionario formato trajo aire fresco y abrió nuevas puertas al espectáculo del golf de alta competición y ahí estuvo el Pirata para inaugurar el palmarés de un torneo que, sospechamos, puede tener un largo y jugoso recorrido.

Recordemos en qué consistía el nuevo formato porque la memoria es muy corta y, sin ir muy lejos, aquí en Tengolf ya hemos cometido en alguna ocasión el error de colgarle la etiqueta de match play: el jueves y el viernes se jugaban las dos rondas clásicas medal play, con un corte exacto de 64 jugadores que iba a componer un cuadro de enfrentamientos directos con eliminatorias, desde los treintadosavos de final hasta la final, pero estos duelos se jugaban a nueve hoyos y contaban todos los golpes (medal play), no se ganaban, perdían o empataban hoyos (match play), de tal modo que el mejor acumulado de los dos jugadores al final de los nueve hoyos resultaba ganador. Ni se podían conceder hoyos ni había putts dados.

Adrián Otaegui en el Belgian Knockout. © European Tour
Adrián Otaegui en el Belgian Knockout. © European Tour

El sábado se disputaron tres rondas (27 hoyos para dilucidar los treintadosavos, dieciseisavos y octavos de final) y el domingo las últimas tres (otros 27 hoyos para los cuartos, semifinal y final), de tal modo que los finalistas jugaron noventa hoyos completos durante los cuatro días de competición en lugar de los habituales 72.

En todo caso, sí es cierto que el duelo a cara de perro entre dos jugadores que se suben al tee del 1 y cuya estrategia puede variar según lo que haga su rival, tiene un cierto aroma de match play. Y en este sentido el despliegue de Otaegui fue inconmensurable, tanto que merece entrar con todos los honores en la galería de grandes momentos del golf español del año que se nos va.

El joven vasco avisaba en las dos primeras rondas, firmando tarjetas de 69 y 68 golpes para acabar en una cómoda octava posición. Fiable y sin fisuras, pegando a los hierros con precisión de cirujano.

Pero más allá incluso de los registros, de las prestaciones, si hay algo que debe destacarse en un juego tan impredecible como es el golf, es que Adrián asumió y cumplió con su papel de favorito, porque llegaba al torneo como uno de los cuatro mejores según el ranking mundial, sólo por detrás en aquel momento de Thomas Pieters, Joost Luiten y Jorge Campillo. Es muy importante no olvidarse de que cualquier triunfo en el European Tour vale su peso en oro. Al final, son sólo un puñado, como quien dice, lo que consiguen cerrar su carrera con un triunfo al menos en este tipo de circuitos.

Campillo y Otaegui, duelo entre españoles por una semifinal

Allí estaban también Colsaerts, Chris Wood, Ryan Fox, Jordan Smith, Tom Lewis, Pavan, Brandon Stone, Aiken, Donaldson, Horsfield, Haydn Porteous, Lorenzo Vera, Aaron Rai, Ramsay, Warren, Aiken, Van Rooyen, Victor Perez… Muy sencillo no estaba el asunto.

Un detalle que no debe pasar desapercibido y que a la postre fue decisivo, además de mostrarnos qué tipo de jugador es Otaegui y porqué se pueden esperar de él grandes cosas. Las sesiones de juego durante el fin de semana para todos aquellos que iban pasando rondas tuvieron a los jugadores más de nueve horas en el campo, y no precisamente de sesteo o compadreo, sino adaptándose a una modalidad nueva en la que había que tener muy claro que hacer y no hacer entre partido de nueve hoyos y partido de nueve hoyos y en la que los supervivientes completaron 27 hoyos.

Adrián Otaegui posa con su trofeo de ganador del Belgian Knockout. © European Tour
Adrián Otaegui posa con su trofeo de ganador del Belgian Knockout. © European Tour

Adrián, por ejemplo, llegó el sábado al Rinkven International Golf Club (Amberes, Bélgica), escenario del torneo, antes de las ocho de la mañana para preparar su primer duelo cara a cara ante Van Rooyen, que comenzó a las 9,10; y a las 17,00 horas todavía estaba en el campo, terminando su partido de octavos de final ante Southgate. Entre partido y partido el jugador tenía aproximadamente una hora de intervalo. El domingo, más de lo mismo. La impermeabilidad mental de Adrián, muy por encima de la media, resultó un arma decisiva en esta tesitura. Pura resiliencia.

Otro detalle de infinito peso. Aunque sea una obviedad recordarlo, jugando a nueve hoyos, y por tanto con el margen justo de reacción, y bajo esta modalidad, en la que un doble o un triple bogey se arrastra en toda su dimensión (en match play pierdes el hoyo, pero no sales con dos, tres o hasta cuatro golpes de desventaja), tan solo veinte minutos de distracción o mal juego te pueden dejar fuera. Otaegui, sin embargo, no hizo ni siquiera un doble bogey en los seis partidos a nueve hoyos que disputó y ganó para alzar el trofeo (54 hoyos en total durante el fin de semana) y, de hecho, sólo sumó cinco bogeys y nunca dos en el mismo partido.

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Pero es que además, en una exhibición mayestática con los hierros, Adrián jugó por debajo del par todos y cada uno de aquellos seis partidos: ganó con -1 a Van Rooyen, con -2 a Kieffer, el verdugo de Pieters, con -3 a Southgate, con -1 a Campillo, con -3 a Drysdale y de nuevo con -3 en la final a Benjamin Hebert. Precisamente en la final el español firmaba hasta tres birdies en los últimos cuatro hoyos, después de llegar empatados a ese punto. El dato no es ninguna tontería, pues fue el único que jugó bajo par todos sus partidos a cara de perro, junto a Colsaerts, que cayó en octavos ante Heath. Venció en el duelo fratricida a Campillo, que había sido el mejor durante las dos primeras jornadas de jueves y viernes y era uno de los claros favoritos y, en definitiva, no dejó respirar a ninguno de sus rivales.

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