Inicio Grandes Circuitos LPGA Tour María Parra: una odisea antes de la proeza
Jugó la Final de la Escuela con unos palos nuevos que recibió apenas trece horas antes de pegar el primer golpe

María Parra: una odisea antes de la proeza

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Conseguir la tarjeta del LPGA Tour al primer intento, pasando las tres fases, con sólo 19 años y apenas tres meses después de haberse hecho profesional es un logro mayúsculo. Hacerlo además con todo lo que le pasó a María Parra en la Final de la Escuela americana sólo puede ser calificado como una proeza.

Rebobinamos la cinta. Nos situamos en el sábado 26 de noviembre. María acaba de aterrizar en Daytona Beach, Florida. Espera en la cinta de equipajes, pero los palos no han llegado. Nada nuevo bajo el sol de un golfista. Tristemente es moneda común. Un engorro, pero las alarmas no se encienden. «Al principio nos dijeron que los mandaban en el siguiente vuelo y como el torneo empezaba el miércoles, no tenía ninguna duda de que me llegarían para jugar el campeonato», confiesa María, ahora sí, con una sonrisa en la boca.

Pero van pasando las horas y lo que era una intranquilidad controlada, se convierte en tensión, incertidumbre y nervios. Una mezcla poco apropiada antes de afrontar una prueba tan exigente con la Final de la Escuela, con cinco rondas de golf a cara de perro, noventa hoyos y sólo veinte plazas en juego. «Lo peor fue que de repente en el aeropuerto no sabían dónde estaban los palos. A cada momento nos decían un sitio diferente y me empecé a preocupar mucho… Mientras esperábamos noticias comencé a entrenar con unos palos Taylormade que no tenían nada que ver con los míos», asegura.

Toca activar el plan b. Solución de emergencia. Tanto María como Juan Antonio Marín, su entrenador y caddie la semana pasada, dan por hecho que los palos no van a llegar y buscan una alternativa. Empieza una pequeña odisea «Nos hicimos cuatrocientos kilómetros en busca de los palos de mi amiga Marta Pérez. Juega con PING, está estudiando en Estados Unidos y desde el primer momento que supo lo que pasaba me dijo que me dejaba los suyos para el torneo. Allí que fuimos y me puse a entrenar con ellos durante un día y medio», recuerda.

Era una magnífica solución de emergencia, pero no la ideal, obviamente. Por mucho que sean palos parecidos, no eran los de María. Aquí es cuando entra en escena PING. Sabían lo que había ocurrido y reaccionaron como la gran marca que es. El mismo martes, viendo que los palos no habían aparecido, procedieron a fabricarle un juego, putter incluido, idéntico al que usa María. «Me facilitaron un juego de palos muy parecido al mío que llegó el martes a las siete de la tarde… El torneo empezaba el miércoles a las ocho… de la mañana», asegura la fantástica jugadora gaditana.

Así las cosas, la odisea acabó con unos nuevos palos que María cogió por primera vez apenas trece horas antes de pegar el primer golpe en la Final de la Escuela. Cinco días después, las nuevas armas estaban perfectamente domadas y la tarjeta en el bolsillo. Una proeza con todas las letras. «Fue una sensación dura, rara y muy complicada estar en la última fase de la escuela de la LPGA y no tener tus palos…», asegura. Ya saben qué ocurrió después. Cero excusas. Cero complacencia. A por el objetivo con uñas y dientes y la tarjeta al bolsillo.