Javier Ballesteros sigue su camino en el mundo del golf profesional. La semana pasada obtuvo con holgura los derechos de juego del Alps Tour en la final de la Escuela de este circuito y no renuncia a llegar y consolidarse en la élite. “Yo no tengo el don de Jon Rahm o de mi padre, pero estoy trabajando mucho y, aunque me va a costar, voy a llegar lejos en el mundo del golf”, ha señalado. Y el mensaje no es cuestión baladí: pocas veces desde que se hizo profesional se había visto tan determinado a Ballesteros en este empeño.
Siete españoles logran la tarjeta del Alps con un Hidalgo estelar
Hay modelos muy interesantes que Javier tiene en cuenta y que le sirven de estímulo. Por ejemplo, el de Matt Wallace, un jugador que jugó tres temporadas en el Alps (años 2013, 2014 y 2015) sin brillar en exceso, antes de su prodigiosa erupción en 2016 en este mismo circuito. Hay otros ejemplos, aún más cercanos, algo menos explosivos pero no menos interesantes, como son los de David Borda o Santi Tarrío, primero y segundo clasificados este año en el ranking del Alps Tour.
Seve & Jon: un legado tan infinito como la ilusión de un niño
Ballesteros entiende que debe pasar por todos los escalones y curtirse en cada uno de ellos. Sin prisa, pero sobre todo sin pausa. Su objetivo, por supuesto, es meterse en el Challenge Tour a través del Alps y enfilar de este modo el camino hacia la primera división del golf europeo. El don, qué duda cabe, es muy importante, pero la determinación, el trabajo y el empeño también pueden forjar una sólida carrera.
