Tras la última ronda del pasado Open Championship, en Carnoustie, Tiger Woods compartió un emotivo abrazo con sus hijos, Sam y Charlie, que él mismo calificó como «momento de aprendizaje». El californiano llegó a liderar el torneo, pero finalizó en sexta posición empatado, a tres golpes de Francesco Molinari. Camino de la Casa Club, las cámaras lo sorprendieron arrodillándose y abrazando a sus hijos.
«Les dije que lo intenté y que esperaba que estuvieran orgullosos de su empuje por intentarlo tan duro como yo», dijo Tiger. Ayer, en la previa del WGC Bridgestone Invitational, al que Woods vuelve un lustro después de su última victoria, profundizó sobre aquel emocionante momento junto a sus hijos.
«Nosotros, como deportistas, no siempre vamos a jugar bien. No podemos controlar siempre cómo jugamos, pero sí nuestro nivel de esfuerzo. Siempre he tratado de alentarlos en la forma en que compiten, especialmente en los deportes de equipo que practican. Puedes jugar bien y que tu equipo pierda, pero aún así, tu nivel de esfuerzo está ahí. Aunque en los deportes de equipo puedes ‘esconderte’. En los deportes individuales, no. Estás expuesto. Y ellos vieron a su padre competir, liderar el torneo y perderlo, pero también intentarlo hasta el final», dijo Woods.
Tiger, el señor de los récords en el Bridgestone
Tiger explicó lo importante que era para Sam, de 11 años, y para Charlie, de 9, ver hasta qué punto se estaba «machacando» en Carnoustie. «Me dijeron, ‘bueno, no ibas a ganar’, y les dije, sé que no iba a ganar, pero eso no me impide cabrearme. Así que, sí, ese es un momento de aprendizaje porque estuvieron presentes, en persona, y hay cosas que a veces no se pueden ver en televisión».
«El fracaso es parte de lo que hacemos aquí, pero también se pueden aprender cosas de él», finalizó Woods, que desde hoy buscará poner el broche de oro a su idílica relación con el Firestone Country Club y que, a ser posible, sus hijos esta vez le vean volver a ganar…
