Inicio Masters de Augusta Masters de Augusta 2017 Contaron las yardas y comenzaron a brillarle los ojos…
Una de esas pequeñas historias que se dan en la ronda definitiva de un grande cuando te estás jugando el triunfo

Contaron las yardas y comenzaron a brillarle los ojos…

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Sergio llega hasta su bola, impoluta y profundamente puesta en el centro de la calle del hoyo 15 (tortazo de 344 yardas aproximadamente desde el tee, unos 315 metros). «¿Cuánto tenemos, Glen?», le pregunta a su caddie, Glen Murray. «189 yardas a bandera», contesta enseguida. Al jugador español comenzaron entonces a brillarle los ojos…

«Me alegré mucho cuando supe la distancia concreta. Era perfecta», nos confesaba Sergio algunas horas después de haberse enfundado la chaqueta verde.

La pregunta es: ¿una distancia perfecta para qué exactamente? Pues para pegar un hierro 8 muy apretado a aquel green, cuyo ras de hierba recibe en un plano ligeramente más bajo que el de la plataforma de la calle en la que se encontraban. No tardó ni tres segundos Sergio en dibujar perfectamente el golpe en su cabeza. Todo cuadraba. La distancia, la brisa y un momento supremo de la vuelta en el que no podían andarse con remilgos.

Un hierro muy apretado, que es una manera de pegar que a Sergio no sólo no le intimida, sino que suele gustarle. Normalmente, cuando anda entre palos, acostumbra a escoger la opción de apretar el palo más corto en lugar de jugar más suave el más largo. Muy apretado y compacto, en bloque y sin guardarse nada. En este caso, no es exactamente que anduvieran entre palos, sino que a Sergio le da confianza pegar este hierro, el 8, de este modo. Manías que tiene uno. Por cierto, señores amateurs, es mejor no hacer cuentas: un hierro 8, por muy apretado que sea, enfilando a un objetivo que se encontraba a 173 metros y al que había que llegar de vuelo dejando la bola muerta, llovida del cielo. Lo dicho, ellos juegan a otra cosa.

Y la clavó. Tanto la clavó que la bola contactó con el mástil de la bandera, afortunadamente no lo suficiente o de la peor manera como para haberla hecho retroceder hasta el agua. Glen no tiene dudas al respecto: «fue el tiro del torneo, fue una maravilla cómo salió la bola, preciosa».

Por más que se conozcan Sergio y Glen, que es mucho, al circunspecto caddie sudafricano no dejan de asombrarle las capacidades de su jefe. Por ejemplo, Murray está convencido de que García ha sido capaz de llevarse el Masters sin su mejor versión en los greenes. Precisamente el Masters, el torneo en el que supuestamente debes rendir a un 120 por ciento con el putter en las manos. No es que afirme que Sergio ha pateado mal durante la semana, solamente puntualiza que lo ha visto otras muchas veces pateando sensiblemente mejor. Anduvo bien en los greenes del Augusta National, pero no encendido, como suele decirse.

Ahora, rebobinemos. Días antes de llegar a aquella maravillosa encrucijada del hoyo 15 en la jornada dominical, hubo alguien del entorno más cercano de Sergio que se había plantado en Augusta con buenas sensaciones. Víctor García, su padre. La razón era bien sencilla y, al respecto, nadie sabe más ni conoce mejor al jugador. «La semana previa al Masters estuvo entrenándose en Austin y fueron de la mejores sesiones de trabajo de Sergio que recuerdo», nos cuenta. Y han sido unos cuantos miles de sesiones de entrenamiento las que han pasado juntos…