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Rahm: un paso hacia atrás que en realidad es un paso adelante

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Jon Rahm durante la jornada final en Royal Portrush. © Golffile | Eoin Clarke
Jon Rahm durante la jornada final en Royal Portrush. © Golffile | Eoin Clarke

De escaso o ningún consuelo sirve a Jon Rahm saber a toro pasado que Shane Lowry iba a ganar este British Open de cualquiera de las maneras. Él salía a apretar las tuercas tanto como pudiera, a ver hasta dónde se podía llegar, pero en el hoyo 1 recibía un mazazo terrible que prácticamente lo dejaba ya sin opciones de casi nada. Un doble bogey después de pegar con el driver y llevar la bola por la izquierda a un bunker de calle, desde donde necesitó dos golpes para sacarla…

La puntilla llegaba a fuego lento. Primero en el hoyo 2, primer par 5 del Dunluce course, donde una media corbata le dejaba sin el birdie. Y acto seguido en el 3, par 3, donde otra corbata le impedía salvar el par.

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El asunto se estaba poniendo tétrico y en realidad era algo así como un mundo al revés, porque precisamente ese primer tercio de vuelta lo estaba jugando el vasco junto a Tony Finau en las mejores condiciones que se iban a encontrar en toda la jornada, y Jon marchaba cuatro más en el día en apenas cinco hoyos (había caído otro bogey más en el 5, y eso después de enchufar un putt de unos tres metros). A partir de allí, precisamente en aquella bella esquina de Royal Portrush, el viento empezaba a azotar con mayor fuerza y el agua ya venía en remolinos, a su bola, desordenada, anunciando lo que podía llegar. Y desde allí y hasta el final, el de Barrika iba a firmar un parcial fantástico al PAR del campo.

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A su lado, Tony Finau (-7) volvía a enseñar la talla de jugador que gasta, mayúscula. Con paciencia, saber estar y orden. Mucho orden. Probablemente, el estadounidense hoy se ha demostrado a sí mismo que un día ganará el Open Championship. Ya fue noveno el año pasado en Carnoustie y ahora es tercero en tierras irlandesas. Cuando el asunto y el cielo se ponen feos, Finau no se revoluciona y encuentra el temple necesario para mantenerse dentro de una burbuja estable.

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La lucha de Rahm desde el hoyo 6 fue encarnizada. Ni una sola mirada de derrota al suelo, aunque se estaba llevando una buena tunda. Había que seguir.  Y así llegaba un impensable birdie en el 8 tras fallar la calle y sacarse un excelente tiro de la manga desde el rough, aunque él reconozca que ahí, en ese punto, la buena suerte le echó una mano, porque nunca se está seguro de cómo va a salir la bola. Y una opción razonable en el 9, y otra más en el 10, donde su putt desde una pequeña escapatoria está a punto de entrar… En el 18, el birdie resultaba ser un merecido premio a tanta pelea, porque las condiciones habían sido muy duras, terroríficas. Huracán cruzado en la salida del 12, en la del 13, en la del 14, en las del 15 y 17… Por momentos, a pie de campo resultaba todo incluso disparatado. La salida del 17, por ejemplo, o el segundo tiro en este mismo hoyo, eran disparos de una dificultad extrema.

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Hay dos realidades perfectamente compatibles y, a la vez, de alguna manera enfrentadas. Por un lado hay que reconocer que hoy, 21 de julio de 2019, saliendo en uno de los últimos partidos, Jon daba finalmente un paso atrás. En este sentido las matemáticas puras y duras no engañan y, a pesar de las durísimas condiciones, su tarjeta de 75 golpes le hacía perder tres posiciones en la tabla. Pues eso, un paso atrás.

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Sin embargo, por otro lado, ha sido de lejos su mejor actuación en un Open Championship; se ha visto por primera vez en este Grande metido en la pelea desde el mismo jueves, jornada en la que incluso llegó a liderar el torneo; y hoy se lleva un aprendizaje impagable, así como la constatación de que es capaz de rendir a un espléndido nivel en circunstancias críticas de juego, con rachas de viento cruzadas que superaban los 40 y los 50 kilómetros por hora y un aguacero brutal. Desde este prisma, el paso lo ha dado hacia adelante, indiscutiblemente.

Justo hoy se cumplen 40 años desde que Seve y el golf español ganaran su primer Grande, su primer British. Aquel Open mágico de 1979, en Royal Lytham. Al cántabro nadie podrá sustituirlo, y es probable que tampoco emularlo, pero pasan los días, las semanas, los meses y hasta los años y hay una evidencia que no deja de abrirse paso: Jon Rahm es digno heredero de aquella estirpe, la de los genios.

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