Inicio US Open US Open 2018 La sonrisa de resignación de Phil al leer las reglas locales…

La sonrisa de resignación de Phil al leer las reglas locales…

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Phil Mickelson en el bunker del hoyo 17 durante el US Open 2004.
Phil Mickelson en el bunker del hoyo 17 durante el US Open 2004.

Cuando Phil Mickelson, el 20 de junio de 2004, se metió en el bunker del hoyo 17 de Shinnecock Hills y comprobó la situación de su bola, supo inmediatamente que tenía un problema… Se jugaba la última ronda del US Open y él llegaba a ese punto, hoyo 71 del torneo, como claro candidato al triunfo en cerrada lucha con Retief Goosen. Sólo quedaban ellos dos en la pelea. El problema era que había una piedrecita detrás de la bola y no las tenía todas consigo acerca de cómo iba a responder en la sacada… El intento no fue ningún desastre, pero la bola salió con poco efecto y corrió demasiado, dejándose un putt de par de unos dos metros y en vertiginosa cuesta abajo. Falló el primer putt y se dejó uno de vuelta de algo más de un metro, que también erró. Doble bogey y US Open al limbo.

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Catorce años después, de nuevo en Shinnecock, a Phil se le habrá dibujado en el rostro una sonrisa de resignación tras haber conocido la regla local establecida por la USGA para esta edición del US Open, según la cual el jugador puede quitar impedimentos sueltos en los bunkers, tales como aquella maldita piedrecita. Además, en caso de mover la bola en el momento de quitar el impedimento, no habrá penalidad; simplemente se repondrá en su sitio y a jugar.

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La USGA ha tomado esta determinación por tres razones. La primera es que los bunkers tienen mucha arena (demasiada, seguramente) y ya penalizan lo suficiente; además, se estima que el viento puede llevar a las trampas de arena más impedimentos sueltos de lo habitual; y por último, dado que en 2019 entrará en vigor la nueva regla que permite quitar impedimentos sueltos en los bunkers, de alguna manera se está ejercitando una experiencia piloto.

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¿Habría ganado Mickelson aquel US Open en caso de haberse aplicado esta regla local? Reescribir la historia tiene sus peligros. El primero y fundamental es que normalmente resulta una ridícula pérdida de tiempo. Nada ni nadie, por ejemplo, pueden asegurar que Mickelson hubiera salvado el par de no haber tenido esa piedrecita entre él y la bola. Nada ni nadie pueden asegurar que Mickelson no hubiera hecho bogey o algo peor en el 18… Sin embargo, la tentación en este caso es demasiado grande, pues de haber ganado el californiano podría tener ya hace tiempo en el bolsillo su particular Grand Slam, los cuatro Grandes en su palmarés.

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Con o sin impedimentos sueltos, el caso es que la presencia del genio zurdo en el US Open siempre es un aliciente morboso e impagable, precisamente porque se le va acabando el tiempo (este sábado cumple 48 años) y es de justicia convenir que si alguien merece hoy entrar en ese club exclusivo que hasta hoy siguen formando sólo cinco jugadores (Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus y Tiger Woods), sin duda es él.

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