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Hay un joven jugador que aspira a vivir cada minuto agradecido a lo que tiene… (I)

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10 de Diciembre de 2006. Un joven profesional camina con su caddie por la calle del hoyo 15 del Leopard Creek Golf Club, en Mpumalanga, Sudáfrica, durante la última jornada del Alfred Dunhill Chanpionship, uno de los primeros torneos del circuito europeo de la actual temporada 2007…

Al fin se decide a mirar y estudiar la pizarra de resultados que hay en el green de dicho hoyo. Aún no alcanza a distinguir todas las letras, esté lejos, pero si puede discernir que el líder es un apellido corto… “Fue raro, porque soy un jugador que suele adelantarse a los acontecimientos, y eso no es bueno en golf, y por eso suelo mirar los resultados… Pero no en aquella ocasión. Iba tranquilo y disfrutando. Al fin, decidí hacerlo en el hoyo 15. Y yo iba andando con mi caddie y pensaba quién será el líder, quién será, porque no podía leer todavía, pero sí estaba seguro de que ahí no ponía Schwartzel, que es un apellido muy largo… Y luego ya vimos que ponía Quirós. ¿Soy yo? ¿Yo soy el líder? Me quedé un poco descentrado, aunque volví a centrarme en cuanto agarré el putter”, recuerda Alvaro Quirós, que no daba crédito a su situación: era su primer torneo de la temporada 2007 en el circuito europeo, su estreno, y acudía a Sudáfrica sin grandes expectativas, a ver qué pasaba, a ir conociendo y pulsando su  nuevo reto ante jugadores de la talla de Ernie Els, Lee Westwood o Charl Schwartzel, entre otros. Precisamente, este último (flamante ganador del Open de España) había dominado el torneo de principio a fin, liderándolo desde la primera jornada.

“Conseguí no despistarme mucho en los golpes que quedaban hasta el final, recuperando las sensaciones que tenía antes de ver la pizarra de resultados. Luego, recuerdo un golpe muy tenso en el hoyo 18, un par cinco. Ahí sí que noté la presión de verdad. Había pegado un drive muy largo, estaba bien situado en la calle… Y me llegaron las dudas. Recordaba a mis compañeros cuando me decían “no deberías ser tan agresivo a veces…”, pero yo no me veía cogiendo un hierro corto y tirando a colocar. Yo pensaba: “¿hago caso a esta gente o me la juego?” Porque ese hoyo te recibía con agua por la derecha. Y cogí el hierro 6 y fui a por todas. Si me mojo, pues me mojo. La dejé en green, pero a unos 18 metros del hoyo y con varias caídas… A lo mejor tiro diez putts de esos y no dejo ninguna a medio metro, pero aquel tocó el hoyo y se quedó dada, muerta”. Ese birdie, a la postre, le dio el torneo, porque ganó a Schwartzel por un golpe…

Y, claro, cambió su vida. “Imagínate. Antes de aquello tenía 15 o 16 torneos y sin apenas opciones de estar en alguno más… Ahora elijo yo de acuerdo a mis gustos. Se puede decir que antes estaba un poco de prestado en el circuito y ahora soy socio de pleno derecho”.

 

Alvaro Quirós, 24 años, pegador estratosférico, un tipo amable, sencillo, natural… Este diamante en bruto del golf español ha charlado largo y tendido con Ten-Golf. El primer capítulo de estas confidencias tenían que referirse a aquella jornada y aquel torneo que transformaron radicalmente su futuro a corto y medio plazo. Pero la obsesión de este joven jugador, bien aleccionado por la experiencia y bonhomía de Pepín Rivero es, según explica, “aprender a disfrutar en cada momento con lo que tengo, con el golf y con lo que la vida me está dando, algo que muchos no son capaces de hacer, y yo el primero. Es como si el nivel de exigencia que uno se va poniendo te impidiera estar contento cuando deberías estarlo”.