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Miguel Ángel Jiménez nos abre las puertas de su tesoro más preciado

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Miguel Ángel Jiménez se pone el obligatorio casco de obra y comienza a dar indicaciones…

Estamos en un solar de unos 65.000 metros cuadrados en pleno Torremolinos, en la zona conocida como La Colina. El mar está al fondo, se huele, bien custodiado por el chiringuito La Sardiná, el preferido del ‘Pisha’. Cinco excavadoras, dos camiones, varias máquinas más pequeñas y 15 currantes se afanan para ir dando forma al tesoro más preciado del golfista malagueño: la Escuela Pública de Golf Miguel Ángel Jiménez.

El golfista de Churriana nos abre las puertas. El trabajo es intenso, hay mucho polvo. Las obras comenzaron en agosto y van muy rápido. Ya se empieza a distinguir un coqueto y desafiante recorrido de nueve hoyos pares 3.

Nadie para. Se hace de todo. Un operario excava la ‘espina de pez’ para el drenaje de uno de los greenes, otro canaliza los tubos para la electricidad, más allá aparece una máquina que lleva un olivo en el frente para transplantarlo… Y todo pasa bajo la supervisión de Miguel. Replantea sobre la marcha los puestos de prácticas. Sabe de lo que habla y busca lo mejor. El proyecto es ambicioso. Son sesenta metros en longitud para tirar bolas, 24 puestos que en el futuro podrían ser hasta 48 en dos alturas. Y se podrá pegar de todo. Incluso, reventar el drive. Hay espacio de sobra. Casi 260 metros. Muy atractivo.

La joya de la corona de la Escuela es el hoyo 7. Un par 3 de 130 metros desde el tee al borde de green. De nombre, ‘Angustias’. ¿Por qué? Genial. Es una réplica exacta del hoyo 12 del Augusta National. Un trocito de Amen Corner en plena Costa del Sol. Así es Miguel. El malagueño lo mima. Se sube al tee y dice con seguridad la altura exacta que debe tener. «Hay que ver el agua», afirma. Juan Moreno, jefe de obra, y Manolo Gavira, greenkeaper, son la mano derecha y la izquierda de Jiménez en el proyecto. Discuten, debaten, suman, restan, miden… Todo debe ser perfecto. «Hay que empezar a plantar ya las adelfas, rojas y blancas», comenta Miguel. ¿Adelfas?, preguntamos. «Sí, las azaleas de Málaga», apunta con una sonrisa. Lo dicho. Un caramelito.

Pero el campo esconde más sorpresas. El green del hoyo 4 es una réplica exacta del 17 de Sawgrass. «Sólo nos falta todo el lago de delante, porque aquí es imposible, pero el diseño del green es el mismo», confirma Miguel. ¿Con el búnker del frente? Con ése. ¿Con la lengua de hierba de entrada? Con esa. Este green también lo conoce bien el churrianero. No en vano, es uno de los escasísimos elegidos que puede presumir de haberle hecho hoyo en 1 en competición.

El objetivo de Jiménez con la Escuela es impulsar el golf. Que cada día más y más gente practique este deporte. O que al menos se acerque a él. Que lo conozca. Que les entre el gusanillo. «Los puestos de prácticas tienen que ser diáfanos, sin pared por detrás, de forma que si estás en la casa club tomando una cerveza puedas ver a la gente pegar bolas y el campo, y así te entren ganas de jugar», asegura Jiménez. Fomento del golf en estado puro. Arrancará con tres profesores, entre ellos Juan, su hermano. Uno de los puestos dispondrá de vídeo para hacer clases más avanzadas.

Otro trabajador comienza a trasplantar una Flor de Judas en una de las esquinas de la parcela. «Este árbol da unas flores de un color precioso», apunta Gavira, que de esto sabe un rato. Este rincón esconde otra sorpresa. Estamos entre el green del 7 y el tee del 8. Hay muchos metros. «La idea es crear aquí un espacio con algunas cabañas para hacer unos cursos de verano para niños», explica Jiménez. Lo ve claro. Los eucaliptos no dejan pasar mucho el sol. Perfecto para el verano. Incluso hay un proyecto de piscina que podría ver la luz en un futuro.

Jiménez pregunta por todo y se preocupa por todo. Desde dónde colocar una fosa séptica hasta la hierba que habrá en la ladera que preside el green del 7. «¿La bermuda es buena para este sitio? ¿Seguro?». «Seguro, Miguel». Gavira no duda. Hay que podar algunas ramas de unos eucaliptos, rebajar la pendiente de la escapada de los greenes del 8 y del 9, desviar el resbaladero del green del 7 hacia el arroyo central del campo, proteger las laderas por si vienen las lluvias… Todas son instrucciones de Miguel. Su capacidad de percepción y análisis es frenética. En dos horas ha pasado revista a la obra. También se preocupa de su gente. «¿No crees que si haces las zanjas de este modo será más fácil y te vas a cansar menos?», le comenta a uno de los trabajadores.

Queda poco para que el color marrón que ahora mismo impera en el solar mude a verde. Los tepes de bermuda ya están en camino. A Miguel le brillan los ojos. El proyecto asciende a una más que respetable cifra de dos millones de euros. El objetivo es abrir la cancha de prácticas la próxima primavera. Para el otoño podría estar también abierto el recorrido de nueve hoyos. Torremolinos está de enhorabuena. La Escuela de Golf de Miguel Ángel Jiménez tiene muy buena pinta.

La galería de imágenes de la Escuela de Miguel Ángel Jiménez