Hace poco menos de un año, en el British Masters de la temporada pasada, jugué junto a Robert Rock en la tercera jornada. Después coincidimos en el comedor y estuvimos hablando de cuestiones técnicas. Y me gustó lo que escuché. Unas semanas después, en el Nedbank de Sudáfrica, andaba yo con malas sensaciones en los días previos al torneo y le pedí que me mirara el swing… Una vez más me gustó lo que me dijo y, además, en los siguientes días jugué muy bien y terminé en tercera posición, mi mejor resultado en 2016.
Comencé a plantearme ponerme a trabajar con él, aunque me costaba tomar la decisión. Por un lado por la buena relación que tengo con Mike Walker, mi entrenador desde hace años, con quien me ha ido bien, y por otro lado por el hecho de que Robert es jugador y siempre te asaltan algunas dudas sobre si podrá compaginar bien ambas tareas. Pero lo cierto es que él ya trabaja con otros jugadores y me ha asegurado que en ese sentido no hay ningún problema. Así que estamos trabajando juntos desde hace unas semanas.
Creo que a él le encanta enseñar, dar clases. No me extrañaría que en el futuro encaminara su trabajo al ciento por ciento por ese lado. Me gusta cómo ve las cosas y cómo las explica. Para eso hay que servir y él desde luego es bueno. Esta semana, en Portugal, también he estado trabajando con él. A ver qué tal va la semana, no es el campo que mejor me va, pero creo que si mi juego está en las mejores condiciones puedo hacerlo bien en cualquier tipo de recorrido. Últimamente he estado algo más errático de lo habitual en los greenes pero estoy trabajando en ello y espero que esta semana se note.