Hoy me gustaría hablaros de mi semana memorable en Nueva Zelanda. Pero como este es un post de golf solamente, me voy a limitar a hablar de la parte mental de mi viaje. Ya dejo para más adelante el post dedicado a turismo.
Nueva Zelanda era mi última semana competitiva en el LPGA para el año 2017. Se me agotaron las oportunidades para clasificar a los torneos limitados en Asia. Así que el torneo en NZ era mi última oportunidad para demostrarme que todo el trabajo que estaba poniendo merecía la pena. Era mi última prueba para seguir confiando en el proceso de esto que llaman golf.
Soñé jugar bien esta semana varias noches antes de viajar, quizás por el peso extra que llevaba encima y la presión añadida. Llevaba jugando bastante bien durante meses, pero los resultados no salían. Estaba pasando cortes, pero no era capaz de meter vueltas buenas el fin de semana. Con lo cual, no me estaba moviendo en el ranking. Me había quedado estancada en una etapa de mediocridad…
No sería capaz de señalar con el dedo a la razón principal de superación aquella semana. Tengo mis ideas de los factores que causaron una mejora en mi estado de calma mental. Pero todos ellos no hubieran sido posible alcanzarlos sin antes haber metido las horas de trabajo técnico como le he estado metiendo este año…
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