Semana de torneo en Malasia. He quedado para comer con mi jefe, Pablo Larrazábal, el domingo anterior al inicio del torneo. Ya estamos allí, en Malasia, a donde hemos viajado desde Dubai. Nada más salir del hotel tropiezo en un bordillo, me resbalo y le pego un puntapié sin querer a una barra que había en el suelo…
Resultado: el dedo gordo del pie derecho se me va poniendo como un pimiento morrón. No es el mejor modo de ejercer mi trabajo con normalidad. Le quiero quitar hierro al asunto, pero en realidad empiezo a pensar que me voy a tener que volver a casa…
Pablo estaba preocupado con mi pie, como es normal. Así que el lunes estuvimos en el campo, pero sin salir a jugar el recorrido. El martes lo intentamos e hicimos nueve hoyos, pero el pie todavía me molestaba… ¡Y el miércoles jugamos el Pro-Am y yo fui subido en un buggy! Afortunadamente, con el tratamiento y el reposo la cosa fue mejorando. Y yo me puse a pensar en mis cosas: por esas cosas de la vida, a lo mejor el haber entrado con mal pie en la semana del torneo, nunca mejor dicho, quizá significara que Pablo iba a hacer algo gordo…
Pues mira, casi. No es que ganara, pero tampoco estuvo tan lejos y al final consiguió el mejor resultado del año, un sexto puesto. Por cierto, el asunto quedó en el doloroso golpe y ahora sólo tengo que esperar que se caiga esa uña negra del dedo gordo…
