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¿Qué demonios les pasa a estos palos?

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Los palos de Jorge tuneados con las dos tiras de plomo.
Los palos de Jorge tuneados con las dos tiras de plomo.

Nos vamos a China, hace tres semanas. Os cuento una historia. Jorge Campillo recibe los nuevos palos de Taylormade. Jorge no es muy amigo de cambiar de palos. Si está a gusto con unos aguanta hasta que ya no pueden más y haya que jubilarlos. Éstos tenían tres años y se habían quedado ya casi sin estrías. No había más remedio.

Los cambios pueden ir bien, pero también pueden tener un puntito traumático. No es fácil tener exactamente los mismos palos, por mucho que en la marca tengan todas tus referencias, de pesos, lie, loft… Al final, la sensibilidad de un profesional con un palo en las manos es tan alta que puede detectar hasta la más mínima diferencia. Es una especie de sexto sentido alucinante que sólo tienen los profesionales de élite. Los amateurs no llegan a tener esta precisión.

Jorge comenzó a practicar con los nuevos palos y rápidamente sintió algo raro. Ni siquiera le estaba pegando mal, pero algo no iba, no funcionaba. No sabía muy bien lo que era, pero tenía claro que los palos no estaban igual que antes. Jugó en China y la extrañeza del nuevo material se unió que estaba enfermo, así que ya dudas de todo, no sabes si eres tú que igual estás haciendo algo mal…

La semana siguiente también jugábamos en China y Jorge no se quitaba de encima la mala sensación. Algo pasa. Aquí hay algo raro. A simple vista no se notaba nada.

Jorge seguía mosca y empezó a pensar que podía ser el peso… Así nos plantamos en el miércoles del Volvo China Open. Último día de prácticas. Jorge le pide a Carlos Pigem que pruebe sus palos y su primer comentario es que pesaban muy poco. Ya no había dudas, pero había que comprobarlo. Teníamos un hierro 3 del juego antiguo que pesaba D3 (un sistema que mide el peso de los palos de golf) y los nuevos eran D2. No sé qué diferencia habrá, pero igual es uno o dos gramos. Inapreciable para un ojo normal.

Tan claro lo tenía Jorge que decidió arreglarlo de una manera muy artesanal. Le puso dos tiras de plomo en la cabeza del palo. Y así salió a jugar el jueves. Sin probar nada. A pelo. En el primer golpe ya empezó a sentirse mucho mejor y acabamos en el top ten. Es alucinante hasta dónde puede llegar este sexto sentido del golfista de élite. Cómo pueden afinar tanto con el material.

Y ahí seguimos, con los mismos palos y las dos tiras de plomo. Hasta que duren, quién sabe si otros tres años… Una ‘chapuza’ improvisada ha servido para recuperar las mejores sensaciones. Tremendo.