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¿A veces cuesta defenderlo?

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Un comentario que se repite en las redes sociales (y en algunas tertulias improvisadas de golf) cuando a Sergio García se le escapa un triunfo: «a veces cuesta defenderlo». Ayer mismo, sin ir más lejos.

La pregunta que siempre me hago es: ¿defenderlo ante quién? ¿Ante qué? ¿De qué o quiénes?

Entiendo que cueste defender a un político que se lo lleva crudo o a un familiar delincuente, pero a un deportista que no saborea las mieles del triunfo con la frecuencia que a usted o a mí nos gustaría…

Yo procuro verlo de otra manera, quizá como resultado de un mecanismo de autodefensa emocional construido pieza a pieza en la forja de la frustración: me tomo muy a pecho las victorias de los nuestros (de los deportistas españoles, en general) y no tanto las derrotas, los patinazos y las decepciones. Mucho más si de lo que hablamos es de golf.

De hecho, no entendería que a Sergio ni a nadie hubiera que defenderlo si no volviera a pasar un solo corte. Insisto: ¿defenderlo de qué? ¿De la supuesta ignominia de una derrota?

Es más que sabido y está más que dicho y escrito, al menos en Tengolf: García necesita probablemente merodear más a menudo la victoria que otros grandes jugadores para llevarse el gato al agua de vez en cuando (ojo con los ‘de vez en cuando’: diecinueve veces ha ganado en los dos grandes circuitos, al margen de otras seis o siete victorias profesionales y de un buen puñado de actuaciones memorables en la Ryder Cup). ¿Y bien? ¿Cuál es el problema? ¿Dónde está el pecado que hay que esforzarse por perdonar? Yo, lo que veo, es que este jugador, a pesar de todo, lo sigue intentando sin desmayo y que paso a paso va completando un palmarés más que digno. Mucho más que digno.