Noche del jueves. Salgo de cenar de un Outback Steakhouse con Alejandro y Corti y en el parking nos asaltan amistosamente tres jóvenes estadounidenses (alrededor de 25 años, calculo), que han visto las acreditaciones del US Open que seguimos llevando colgadas del cuello (somos así de despistados o de catetos). Me piden un cigarro, pero lo que ellos quieren es hablar de golf, claro.
En cuanto decimos que somos españoles uno de ellos recita sin pestañear la relación de la Armada presente en el torneo: Sergio, Rahm y Cabrera Bello. Sin pestañear, lo juro. Los tres trabajan en una empresa de alimentación que provee al torneo (entendemos que debe ser algo relacionado con el catering), dos son de Washington D. C. y el otro, creo, de algún lugar cercano a Nueva York. Son de clase media, clase media-baja diría yo, y sus conocimientos y preferencias van más allá de las barras y estrellas. Uno se confiesa realmente fan de Sergio, aunque su swing preferido es el de Ernie Els, y otro se queda con el de Louis Oosthuizen.
Rickie Fowler, sin embargo, aún no se ha ganado la confianza o el cariño: “hoy muy bien, mañana ya veremos”, señalan con acidez. Es curioso palpar sobre el terreno cuánto le está costando a Fowler ganarse a la afición estadounidense, que está muy dividida. O se le adora o no se le respeta como sin duda, a mi juicio, merece.
Nos cuentan que lo más duro de su trabajo ya ha pasado en los días previos al inicio del torneo y que ahora tienen algo de tiempo para disfrutar del juego en Erin Hills. Suelen llevar los aparatitos de radio que se anclan en la oreja para estar al tanto de todo lo que va ocurriendo, e incluso reconocen literalmente que no se lo quitan ni cuando van al baño y se sientan en la taza, por decirlo de un modo más fino (y hortera) que el que ellos usaron.
Explican que a través de esta cobertura radiofónica, producida por la USGA, no dejaban de apuntar el nombre de Jon Rahm como favorito, aunque también destacaban mucho que su carácter es a veces demasiado visceral y agresivo, en vista de lo que estaba ocurriendo ayer en el campo. Nos lo dicen con cierto tacto y respeto, para que no nos molestemos, pero al mismo tiempo dejan claro que están de acuerdo con ese análisis…
No voy en ningún caso a escandalizarme por las reacciones de Rahm mientras los bogeys iban cayendo uno tras otro. La pasión y el fuego tienen estas cosas, que a veces se propagan sin control. Y puedo llegar a identificarme plenamente con él: ay, esos palos tan caros que un día lancé al agua. Pero lo cortés no quita lo valiente y en ningún caso se deben justificar determinados comportamientos. Jon no haría nada mal en escuchar a los chicos del parking.
PD: Y de un parking vamos a otro. Al de Erin Hills. Allí, cada mañana, nos recibe un voluntario que no puede estar más metido en su papel. No hay mejor manera de empezar el día que ver semejante despliegue de optimismo y energía. Ya lo decía Jordan Spieth: «la gente en Wisconsin es tan amable y encantadora que parece que está haciendo teatro, pero luego te das cuenta de que no actúan, ellos son realmente así». (Por favor, ver vídeo).