Inicio Blogs David Durán Aquel abrazo que aún pone los vellos de punta
Una imagen emocionante de Seve en la Ryder Cup de 1995

Aquel abrazo que aún pone los vellos de punta

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Severiano Ballesteros y Nick Faldo. © Golffile | Eoin Clarke
Severiano Ballesteros y Nick Faldo. © Golffile | Eoin Clarke

Ryder Cup, 24 de septiembre de 1995, día de la jornada final, duelos individuales en el East course del Oak Hills Country Club (Pittsford, Rochester, Nueva York). Estados Unidos partía con una ventaja de dos puntos (9-7), pero Europa viene recuperando. Seve, que no atraviesa por su mejor momento, perdía el primer partido ante Tom Lehman, llevándolo tan lejos como pudo sin coger prácticamente ni una sola calle. Por detrás de este duelo, sin embargo, el marcador se va tiñendo del color azul continental: Howard Clark superaba a Peter Jacobsen, Mark James a Jeff Maggert, Ian Woosnam empataba con Fred Couples, Constantino Rooca caía ante Davis Love III, pero a continuación David Gilford y Colin Montgomerie sumaban sus puntos ante Brad Faxon y Ben Crenshaw. El marcador, en ese punto, estaba empatado: 11,5-11,5, pero enseguida Corey Pavin ponía el 12-5-11,5 tras batir a Bernhard Langer.

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Sam Torrance dominaba con cierta autoridad su duelo ante Loren Roberts, así que era razonable contar con su punto, de tal modo que todas las miradas se iban centrando en el partido que enfrentaba a Nick Faldo y Curtis Strange y que entraba en la recta final en una situación límite para el inglés, pues se subía uno abajo al tee del 17. Un bogey de Strange daba vida a Faldo y, mientras estos dos jugadores andaban ya en el 18 con el duelo empatado, se confirmaba el punto de Torrance (12,5-12,5) y además Philip Walton se ponía tres arriba con tres hoyos por jugar ante Jay Haas, de tal modo que las cuentas salían claras en el bando europeo: si Faldo era capaz de ganar en el 18, Europa se llevaría la Ryder, porque en tal situación de estrés se daba por hecho que Walton remataría su duelo más pronto que tarde.

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El inglés, después de haber fallado la salida, tenía un putt de par de metro y medio; el estadounidense, tras errar el segundo tiro, tenía asimismo otro putt de par de unos dos metros y medio. Strange erraba el suyo; Faldo lo embocaba y se desataba la euforia.

Fue entonces cuando ocurrió.

Seve se abraza a Faldo y aparentemente no tiene intención de soltarlo, mientras la esposa del inglés aguarda su turno. “Seve estaba llorando y temblando y me dijo que era un gran campeón, oh Dios, fue uno de los mejores momentos de mi carrera”, recordaba el inglés. Es cierto, el genio cántabro lloraba como un niño pequeño, sin pudor alguno y a pecho descubierto, tal y como era él. Tal y como era su golf.

(se puede ver a partir del 3:25 en el video).

Quizá sea una estupidez, seguro que lo es, pero ahora que volvemos a rememorar de modo especial la figura y el legado de Seve, justo diez años después de su temprana muerte, sigo sin encontrar un pasaje gráfico de su carrera que me llegue tan adentro, que me emocione más. Y mire usted que hay imágenes icónicas y pasajes épicos en su carrera…

Seve, ahí, ante uno de sus eternos rivales, ahora compañero de equipo, llorando a moco tendido y deshaciéndose de pura admiración. Un gesto único de reconocimiento entre ‘gallitos’. El rostro de Faldo, complaciente y alegre, también tiene un deje de estupor. Todavía tardaría un tiempo en entender toda la dimensión del breve y significativo suceso.

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POSDATA: Philip Walton perdió los hoyos 16 y 17 ante Haas y todavía tuvo que ganar el partido y la Ryder (¡asegurando un bogey!) en el 18. En el momento en que Walton y Haas se dan la mano en el green del 18 y se ha confirmado la segunda victoria europea en suelo norteamericano de la historia de la Ryder, todos corren a abrazarse a Walton, pero Seve se queda rezagado y vuelve a lanzarse al cuello de Faldo, de nuevo con la emoción y las lágrimas a flor de piel. Por si no hubiera quedado suficientemente claro.

(se puede ver a partir del minuto 52 y 30 segundos en este vídeo).

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