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Pablo, no hace falta que sea en Pebble Beach

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Pablo Martín Benavides. © Golffile | Fran Caffrey
Pablo Martín Benavides. © Golffile | Fran Caffrey

Hace casi nueve años, junio de 2010, el arriba firmante vivió una experiencia peculiar, única. A última hora Tengolf había decidido acudir al US Open de Pebble Beach, pero ya no había manera de encontrar un hotel medianamente cercano y decente, así que sólo pudimos hacerlo gracias al postrero y salvador ofrecimiento de un joven profesional, Pablo Martín Benavides, que se preparaba para jugar su segundo US Open: “te quedas en mi habitación de hotel, no se hable más”. Y así fue.

Hay cosas que no cambian. Entonces viajamos con la victoria reciente de Nadal en la final de Roland Garros ante Soderling, aquella redonda revancha. Dominic Thiem, por entonces, sólo era un entusiasta adolescente.

Pablo lucha hoy por un derecho elemental, como es que un padre pueda estar con sus hijos, zarandeado hasta la desesperación por un sinfín de calamidades tan injustas como, a veces, macabras e inexplicables, que lo arrancaron del golf y de casi todo. Él ya ve luz al final del túnel. Vamos, Martín, vamos.

Aquel domingo de junio de 2010 salía el malagueño en la cuarta ronda del US Open jugando solo, abriendo el campo, a las siete y veinticinco de la mañana. Anduve con él, al otro lado de las cuerdas, los 18 hoyos. Raudos y refrescantes: en el green del 14 cumplía dos horas de juego. Y me ha emocionado, al consultar aquellas crónicas, lo que dijo al acabar la ronda, después de una frustrante liada en un bunker del hoyo 16, donde casi pierde la bola en las barbas de la trampa de arena. Dijo, entre otras cosas: “tengo mucho que aprender y trabajar. Espero estar aquí dentro de nueve años”.

No va a ser así. Ni falta que hace: lo primero es lo primero. Será en otro lado, en otro campo. Donde sea que tenga que ser. Pero será. Arrancando de cero y pasito a paso.

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