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La vida transcurre serena, segundo a segundo

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Ben Johnson y Carl Lewis en los Juegos de Seúl 1988.
Ben Johnson y Carl Lewis en los Juegos de Seúl 1988.

Desde luego era una carrera de 100 metros lisos, puede que la final de los Juegos de Seúl, pero no podría jurarlo. La vi en casa, en directo. O quizá fuera sólo la repetición noticiosa en un telediario (es la ventaja que tienen los 100 metros lisos: hasta cinco o seis veces la reproducen enterita, una desde cada ángulo e incluso a cámara lenta, y apenas se le ha restado un minuto al fútbol).

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El asunto es que estaba con mi madre y ella, en vista de mi decepción por el resultado (por eso calculo que fuera cuando Ben Johnson aplastó a Carl Lewis) y llevando el sentido común a un límite muy forzado, me dijo que, bien mirado, qué importaba llegar a la meta unas centésimas de segundo antes o después.

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Que a ella, venía a explicarme, le habían parecido todos igual de buenos, igual de rápidos. Y que vaya tonterías en las que perdíamos el tiempo. Yo, en particular, y la Humanidad en general.

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Supongo que me estaba tomando el pelo. Aunque hoy no lo supongo: estoy seguro. Pero entonces entré al trapo desde la pira humeante de mi arrobadora juventud, que lo mismo servía para jugar tres partidos de fútbol al día, llegar de parranda a las siete de la mañana con el tiempo justo para ducharme e irme a trabajar, o concluir, soberbio e ignorante mancebo, que mamá no tenía ni idea de nada que no fuera propio de las madres.

¿Cómo iba a ser lo mismo llegar primero que segundo?

Viene todo al caso de esta peculiar sucesión de segundos puestos del golf español durante las últimas semanas. Otaegui, Campillo, Elvira, de nuevo Campillo, Arnaus, de nuevo Elvira, Carlota

No hay relevancia cósmica alguna en el hecho de terminar primero o segundo

Hoy me sitúo, como sospecho que haré siempre, en el mismo lado de la trinchera: ¿cómo va a ser lo mismo quedar primero que segundo? ¿Cómo va a dar igual acabar los 72 hoyos con un golpe menos o uno más? Pero hay que reconocer que en aquella burla cariñosa y maternal se encerraban sabias verdades. De acuerdo: no hay relevancia cósmica alguna en el hecho de terminar primero o segundo. Sea en Malasia o en Augusta. Aunque algo me dice que seguiremos perdiendo el tiempo en estas tonterías (la Humanidad y yo).

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NOTA ACLARATORIA: Otra cosa muy distinta sería quedarse siempre fuera del corte o, incluso, del top ten. Por ahí no vamos a pasar, transigencia cero. Hasta mi madre estaría de acuerdo.

POSDATA: El tiempo demostró que Ben Johnson iba dopado hasta las cachas en aquella final de Seúl que bien podría ser la que vi junto a mi madre. No solo Johnson, sino otros cinco finalistas más. Vaya, vaya con la carrerita.

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