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Royal Portrush machaca a los hijos de la tierra

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Rory McIlroy durante la primera jornada en Royal Portrush. © Golffile | Eoin Clarke
Rory McIlroy durante la primera jornada en Royal Portrush. © Golffile | Eoin Clarke

Si aquello no era un ganchazo, poco le faltaba. Así arrancaba Rory McIlroy (+8) su participación en la 148ª edición del Open Championship: un hierro terrible en el tee del 1 que se marchaba fuera de límites por la izquierda. Acto seguido pegaba una segunda bola desde el tee, de nuevo a la izquierda, aunque esta vez se quedaba en el rough. Y desde allí, en mala posición, más problemas: de nuevo un golpe defectuoso desde la hierba alta y la bola que aterrizaba en un gran arbusto, cerca del green. Dropaje, penalidad… Y un ‘8’, cuádruple bogey, para empezar. Nadie estaba preparado para algo así.

EN DIRECTO: Primera jornada del Open Championship

Rory siempre es protagonista y candidato allá donde vaya, pero mucho más en su tierra. Mucho más cuando el Open ha vuelto a Irlanda del Norte por segunda vez y 68 años después de la primera. Mucho más cuando él tiene el récord del campo (61), aunque ciertamente este recorrido que se está jugando no sea ni por asomo el mismo (es más largo, han cambiado dos hoyos, la preparación no es la misma…). En fin, Rory es Rory, un crack en todos los sentidos. Un tipo recto, educado y que no por ello, de tanto en tanto, dice las cosas tal y como las piensa.

Vídeo | Emiliano Grillo firma el primer hoyo en uno del Open de Royal Portrush

La tragedia no había terminado. Después de semejante comienzo se ponía el norirlandés manos a la obra e iba ganando terreno, palmo a palmo, a ver si conseguía meterse de nuevo en el torneo. Pero cerraba la ronda con un triple bogey en el 18.  Total: vuelta de 79, a doce golpes del liderato y con el primer objetivo de pasar el corte algo más que comprometido.

Graeme McDowell en el hoyo 5 de Royal Portrush durante la primera jornada. © Golffile | Ken Murray
Graeme McDowell en el hoyo 5 de Royal Portrush durante la primera jornada. © Golffile | Ken Murray

Cuando McIlroy andaba todavía en la lucha, Graeme McDowell, otra de las grandes estrellas locales (más local que G-Mac es imposible, pues nació en Portrush) estaba terminando su vuelta y venía muy bien situado. Dos abajo después de catorce hoyos. Pero iba a terminar con una serie horrorosa de bogey-par-bogey-triple bogey. Mucho antes, Darren Clarke, santo y patrono del golf norirlandés, había coqueteado con el liderato mucho tiempo saliendo en el primer partido de la jornada, pero también acababa con bogey en los hoyos 17 y 18…

Mientras Rory caminaba hacia el tee del 2, con cuatro piedras pesadas en la mochila, me detuve a mirar a dos recias mujeres (calzaban chanclas y vestían shorts; aquí es verano y punto, ya puede fustigar el agua y el viento), supongo que hijas de la tierra, del Ulster. Venían que no daban crédito. Y digo yo que eran del Ulster, porque una traía una carita al borde mismo del llanto, más o menos como la otra. Aunque trataran de sonreír. Nunca se sabe, después de todo quizás se vayan a casa con algo más que un consuelo, viendo a Lowry señorear en lo alto de la clasificación. No deja de ser un irlandés, aunque suele ser mala idea meter la nariz en casa y en familia ajena, dando por hecho que los hermanos siempre se lleven bien…

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