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El día en el que Rafa enseñó la matrícula a McIlroy y J. B. Holmes

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Rafa Cabrera Bello, junto a Rory McIlroy y JB Holmes, hoy en Portrush. © Golffile | Ken Murray

En una jornada de prácticas de un Grande puede ocurrir que te apuntes en un horario de salida cualquiera, aquel que mejor venga al plan de trabajo que hayas establecido ese día concreto, y coincidas, pongamos por caso, con Rory McIlroy y J. B. Holmes, dos pegadores empedernidos. Es justo lo que le ha pasado hoy a Rafa Cabrera Bello.

Así, a priori, no es ésta la mejor manera de avivar la autoestima de un aspirante a bombardero, pero el canario está ya muy maduro como para preocuparse por estas cosas. La verdad: ni le va, ni le viene. Como tampoco le importa demasiado que sea uno de los partidos más seguidos del día por los miles y miles de aficionados que hoy ya se han dado cita en Royal Portrush. Por lo demás, tiene su gracia ver al estadounidense y al norirlandés liándose a bofetadas en cada tee.

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En una jornada de prácticas de un British Open también tienes más opciones de pisarle con todas las de la ley el driver a Rory McIlroy y J. B. Holmes. Es así, porque en un links, y mucho más en este de Portrush, con tantísimo desnivel y movimiento en las calles, las bolas de tus compañeros pegadores bien podrían botar por primera vez en una pronunciada cuesta arriba, mientras la tuya aterriza en una zona más plana o incluso cuesta abajo.

Hoy, en el hoyo 7, par 5 bellísimo del recorrido norirlandés, se ha dado el hito. Rafa, nuestro Rafa, enseñaba la matrícula a Rory y Holmes. Los tres salían con driver, los tres iban a calle, los tres gozaban en el momento del impacto de una ligera brisa a favor, pero era el canario quien llevaba su bola más lejos. Las tres aparecían perfectamente ordenadas en el fairway, como vértices de un triángulo cuya punta era la bola de Cabrera Bello, unos ocho metros más larga que las de sus compañeros.

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Para pisarle un driver a estos dos mocitos, no obstante, seguramente tengan que darse algunas circunstancias apoyadas en la orografía del terreno, tal y como ya ha quedado explicado, pero hay sobre todo un requisito ‘sine qua non’: pegar un piñazo de considerables dimensiones desde el tee. Y eso es lo que ha hecho Rafa, porque su bola recorría desde el tee 315 metros, que no está nada mal.

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En fin, hemos sido testigos del suceso: el canario, una vez alcanzaba la posición de su bola y confirmaba la pequeña hazaña, se daba la vuelta y levantaba los brazos en señal de victoria.

Y Rory se partía de risa.