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Ese punto de dignidad suprema…

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Faltan  1.161 días

Voy a tratar de simplificar el culebrón de la sanción a Tiger, tal y como yo lo veo en diez puntos:

1. Tiger se equivocó a la hora de dropar, contraviniendo la regla. Así lo ha reconocido: no sabía bien cómo tenía que dropar en aquella situación. Resulta preocupante, pero este no es el tema que ocupa ahora…

2. Los árbitros anduvieron francamente desafortunados. Aseguran que revisaron la acción antes de que el jugador terminase de jugar y no encontraron penalidad alguna. Algo no cuadra. En mi modesta opinión de malpensado, creo que nadie revisó nada antes de que Tiger finalizase su vuelta, sencillamente porque nadie reparó en el fatal error.

3. Acto seguido Tiger reconoce en unas declaraciones que situó la bola dos yardas por detrás del lugar desde donde había pegado su tercer golpe. Habemus LIO GORDO.

4. Se comprueba que en efecto fue así. Y la reunión del sábado por la mañana entre el Comité y el jugador resulta un enjuague. Se estima que si nadie se dio cuenta y no se pudo avisar al jugador, entonces no puede ser descalificado, acogiéndose a la Regla 33-7, de reciente inclusión o modificación. Difícil de aceptar, ya que todo el problema nace de un garrafal error del jugador o de un desconocimiento suyo de las reglas, en cuyo caso tiene que pagar el pato de la descalificación después de haber firmado una tarjeta incorrecta. Entiendo que ese no era el espíritu de la modificación o ampliación de la Regla (así lo dice). No se modificó para proteger a quienes habían cometido errores garrafales en la aplicación del reglamento, sino a aquellos que son perjudicados por una acción del juego sobre la que razonablemente no tenían el más mínimo conocimiento de que hubiera sucedido. Recordemos: la norma se cambió después de que Harrington fuese descalificado en Abu Dhabi 2012 (creo que fue allí), por concluir tras riguroso examen de las cámaras de televisión que su bola se había movido lo suficiente como para entender que había cambiado de posición. Pero existía una duda más que razonable de que Harrington no había podido calibrar con exactitud milimétrica tal situación (el asunto se dirimió por milímetros, sin exagerar).

A día de hoy, el precedente es terrorífico: a partir de ahora cualquier profesional podría argumentar, cuando incumpliese las normas de juego, que no se dio cuenta de lo que hacía. Y como no fue avisado por un árbitro…

5. Entre la indignidad y la suprema dignidad hay niveles o estados. Me parece demasiado atrevido, y quizá injusto, acusar de indigno a Tiger Woods. Y mucho menos de tramposo. Pero no me cabe la menor duda de que le ha faltado un punto de suprema dignidad.

6. «Señores, todo se debe a un fatal error mío, y aunque pude ser avisado, por desgracia no ocurrió así. Recojo mis bártulos y nos vemos el año que viene». Así habría actuado Bobby Jones, según nos lo pintaban quienes le conocieron.

7. Nueve de cada diez jugadores profesionales habrían obrado como Tiger: salgo a jugar el sábado con todas las de la ley. Es probable que así fuera. ¡Viva ese diez por ciento de puridad y romanticismo!

8. Dicho esto, es más que probable y necesario que el reglamento necesite algo más que puntuales lavados de cara.

9. Los señores rectores del Augusta National vuelven a demostrar su rotundo convencimiento de que ellos se encuentran por encima del bien y del mal.

10. Y para que no quede nadie sin su ración de este pringoso pastel: si fuera honesto, debería preguntarme si me habría esforzado tanto en razonar todo lo aquí razonado de haberse encontrado un jugador español en la situación de Tiger… Maldita conciencia.