Además de faltar a la verdad, sería de una torpeza mayúscula tratar de convencer a nadie de que Rafa Nadal ha vibrado hoy con su equipo, en el Olazábal & Nadal Invitational, lo mismo que vibra sacando adelante unos cuartos de final en Wimbledon. No caeré por tanto en esta tentación tan folklórica como amarilla.
Pero lo cortés no quita lo valiente: vibrar, vibra una barbaridad. Tanto, que casi no te lo crees. Del minuto uno al trescientos y pico, pues eso han sido, algo más de cinco horas de partida. En el hoyo 1 de Pula Golf, un recorrido que él conoce bien, es cierto, pero en el que cumplir tu hándicap es una durísima tarea, Rafa pega el drive de salida y un hierro 8 suave y algo abierto de segundo tiro para picar la bola un metro por detrás de la bandera y dejarse un putt de birdie de unos tres metros y medio. No lo embocaría. Par dado y a otra cosa. En el 18, el par 3 que cierra el recorrido mallorquín, iba a recuperar desde el bunker con limpieza, enchufando un putt final de par de algo más de un metro.
Una serena y dulce espera (a estos tíos no hay quien los pare)
Los primeros nueve hoyos los iba a completar con un parcial de -1 bruto, con dos bogeys y tres birdies en la tarjeta. Así, a pelo y sin anestesia. Su resultado neto era de -2, después de enchufar un putt de birdie de unos cinco metros en el hoyo 9, uno de los dos que le daba punto (Nadal es, por cierto, hándicap 2). Los segundos nueve, que son en conjunto más complicados y en los que ya soplaba más el viento, se le atraviesan un poco, aunque tampoco tiene demasiados problemas para mantener siempre vivo el pulso con algo más que decoro, dejándose además por el camino alguna buena opción de birdie (hoyos 11, 14 y 16), para cerrar una ronda de 74 golpes…
Con semejante hándicap y viendo cómo lo defiende con soltura, brota sola la pregunta: ¿habría podido darse o aún podría darse la versión de un Rafa Nadal competitivo en el golf profesional de alto nivel? Vayamos por partes:
– Aunque no sea más que una opinión muy personal, absolutamente subjetiva y que, por supuesto, es imposible de contrastar o demostrar, a mi no me cabe la menor duda de que Rafael Nadal Parera habría sido un gran jugador de golf de haberle llamado este deporte en los mismos tiempos y las mismas condiciones que le llamó el tenis. Es una cuestión de perfiles físicos y psicológicos.
– Es muy complicado saber qué ocurriría si mañana mismo dejara el tenis para centrarse en el golf en exclusiva. Con un swing tan personal, tan hecho a sí mismo, que ni siquiera llega a completar las tres cuartas partes del movimiento ortodoxo, maneja parámetros de distancia nada desdeñables que, con un entrenamiento adecuado, podría asentar y potenciar. Tiene un control de las distancias afinado, pero su swing no es consistente y sus recursos en el juego corto, hoy, no alcanzan niveles profesionales ni por asomo… Su rutina de putt es extraña, pero eficaz, porque enchufa mucho y no precisamente por casualidad.
A bote pronto, yo diría que Rafa ya no podría llegar (ni tampoco acercarse) a jugar junto a los mejores, al máximo nivel competitivo. Ni falta que le hace, obviamente. Por otro lado, qué carajo, tratándose de este hombre, precisamente de él, se hace imposible calibrar qué tipo de evolución podría mostrar en el plazo de un año, por ejemplo, si de verdad se pusiera día tras día, hora tras hora, a piñón fijo, con el toro de su logo apuntando con los cuernos al frente…
